domingo, 16 de diciembre de 2012

¿Somos capaces de perdonarnos a nosotros mismos?


Los siguientes párrafos, extraídos del libro "Educar sin gritar", nos ayudan a reflexionar sobre la importancia de tener la capacidad de perdonarnos a nosotros mismos, en el camino de ser mejores padres.



Si nuestro hijo tiene problemas, será porque algo habremos hecho mal nosotros”. Algunos padres se repiten esta idea una y otra vez, mientras sus dudas no paran de crecer. La aparición de conductas problemáticas en el hijo suele llevar a sus padres a preguntarse en qué han fallado:


• ¿Deberíamos haber pasado más tiempo juntas?

 • ¿No le demostramos suficientemente nuestro afecto?

 • ¿Teníamos que haber dialogado más?

 • ¿No supimos hacer valer nuestra autoridad?

 • ¿Deberíamos haber sido más severos?

 • ¿Puede ser consecuencia de los problemas en nuestra relación?

 • ¿No supimos entenderlo?

 • ¿En qué nos equivocamos?


Algunos padres no necesitan ni tan siquiera del reproche del hijo para sentirse culpables.

 Aunque a veces se pierdan los nervios y se llegue a hablar mal a los hijos, en la mente de éstos no sólo quedan hechos puntuales, sino también el sentir del día a día. Somos seres humanos, y no somos infalibles. Es natural perder la paciencia en ocasiones, pero esto no significa que uno se autocalifique como  «mal padre» o «mala madre». El hecho de darnos cuenta, tomar conciencia de que podemos avanzar en el autocontrol, y el deseo y la intención de hacerlo mejor, son elementos muy importantes, y a veces casi suficientes para que se produzcan los cambios deseados.


Los sentimientos de culpa difícilmente contribuyan a mejorar la situación, y ayudan poco a la hora de buscar soluciones. Habitualmente lo que hacen es empeorarla y terminan por enturbiar la relación. Sumergen al progenitor en la inseguridad y lo convierten en rehén de su propia culpabilidad. El hijo, aunque esté descontento también con la situación, puede incluso aprovecharse de ella.


En no pocas ocasiones se pierde demasiado tiempo y energía poniéndose a la defensiva, buscando justificaciones o echando la culpa al cónyuge, al hijo o a la «juventud de hoy». A perdonar se enseña perdonando, comprendiendo las equivocaciones, disculpando los errores. Es difícil perdonar a los hijos cuando el nivel de exigencia e intransigencia es desproporcionado. E igualmente será difícil enseñarles a disculpar también a los  demás si los padres no son capaces de perdonarse a sí mismos por sus errores.


Los padres no son infalibles. Son seres humanos que pueden equivocarse. Pero en el propósito de la mayoría está el abordar la tarea educativa con la mejor intención posible. Es necesario reducir esa acusada tendencia a la culpabilidad con la que muchos padres pierden todo un caudal de energía que podrían aprovechar para poner remedios, cambiar y emprender nuevas prácticas educativas.



De
Educar sin gritar, de Guillermo Ballenato.
Editorial El Ateneo.

1 comentario:

Mila Solà Marqués dijo...

Material de cooeducación muy útil Alberto. Muchas gracias, Mila

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