Los niños se benefician de las relaciones padres-hijos que cuentan con un lenguaje rico y están basadas en el apoyo emocional.
Resultados de la investigación
El desarrollo del lenguaje comienza en el momento del nacimiento y es central en las interacciones que el niño mantiene con sus padres. Existe un conjunto de conductas familiares que han probado ser importantes para preparar el aprendizaje del niño en el centro escolar: hablar con el niño, escucharle con atención, leerles a los niños y escuchar cómo leen, hablar sobre lo que los padres y el hijo están leyendo, contar historias, hablar todos los días, y escribir cartas. Todas estas actividades conllevan interacciones verbales entre los padres y el hijo. Por ello, es difícil separar las interacciones verbales de los vínculos emocionales y afectivos que subyacen en ellas. Por esta razón, en esta exposición mantenemos unidas las expresiones de afecto de los padres y las actividades verbales de conversación, vocabulario, lectura y comentario. También es importante para la relación padres-hijos la demostración constante de que el aprendizaje es una parte natural de la vida -alegre por derecho propio, es parte de la experiencia familiar, y especialmente gratificante cuando se produce a través del descubrimiento en museos, zoos y lugares históricos.
Aplicación
A primera vista puede parecer simplista sugerir que cuando las familias mantienen conversaciones sobre hechos de la vida diaria, sus hijos trabajan mejor en el centro escolar.
¿No hablan todas las familias sobre hechos de la vida diaria? Quizá, pero hay una gran variación en la calidad y cantidad con que se produce esta interacción. ¿El tono que subyace en la conversación es positivo, reforzante? ¿Transcurre la conversación en ambas direcciones –entre padres e hijos? ¿Las dos partes escuchan y hablan? Cuando los niños van creciendo, el tiempo que se invierte en la conversación con los padres puede disminuir. Las rutinas diarias de interacción, como un tiempo relajado para cenar, proporcionan continuas oportunidades para la conversación familiar.
Un vínculo emocional consistente entre padres e hijos, demostrado de modo palpable a través de expresiones de afecto, proporciona al niño un mayor bagaje psicológico para enfrentarse a las situaciones de tensión y a los retos que presenta la vida fuera del hogar, especialmente en el centro escolar. El afecto constituye también un lubricante social para la familia, afianzando relaciones y facilitando el desarrollo de actitudes positivas hacia la escuela y el aprendizaje.
Cuando la familia habla sobre libros, noticias del periódico, revistas, y programas de televisión, la mente de los niños está expuesta a las delicias de la indagación verbal. El juego de descubrir hechos, de confrontar diferentes opiniones, y la emoción que produce la información, abre las puertas a los niños a la actividad intelectual. La curiosidad se mantiene viva. Este mismo estímulo hacia el deseo de descubrir cosas, de pensar a través de lo que sucede en nuevas situaciones, y de intercambiar opiniones de modo entusiasta, es alimentado también por las visitas que hace la familia a las bibliotecas, museos, zoos, lugares históricos, y acontecimientos culturales.
El vocabulario es la pieza central para la construcción del pensamiento y de la expresión. A todos los niños pequeños les encanta probar palabras nuevas. En algunas familias se estimula la exploración con palabras; de hecho, constituye una fuente continua de placer para la familia. Pero a algunos niños se les ridiculiza cuando pronuncian mal o cuando utilizan erróneamente una palabra nueva; su atracción por las palabras puede extinguirse, y pueden sentirse forzados a centrarse en un vocabulario limitado.
A los padres se les puede enseñar, a través del “role playing” o de otras técnicas, a desarrollar la habilidad de escuchar bien a sus hijos, para convertir los diálogos diarios simples en conversaciones familiares enriquecidas, y para jugar con sus hijos a juegos con palabras que promuevan interés por el vocabulario. También se les puede animar a visitar museos y otros lugares estimulantes y a que impliquen a sus hijos en actividades donde puedan sentir la emoción de descubrir cosas. Los padres pueden aprender también la importancia que tienen los contactos afectivos con sus hijos, especialmente en los momentos en que el niño se siente temeroso o ansioso –por ejemplo, al salir de casa por la mañana o al acostarse por la noche.
Las familias que están muy ocupadas pueden olvidar el hábito de conversar diariamente. Pedir a los padres que inviertan al menos un minuto diario en conversar deliberadamente con cada hijo, escuchando con atención lo que el niño tiene que decir sobre lo que le ha pasado en el día, sin distraerse con otros miembros de la familia o con la televisión, les demostrará lo irrepetible y preciosos que pueden ser esos momentos. Compartir estas experiencias con otros padres, en contextos de grupos pequeños, amplia su impacto.
Extraído de
ACADEMIA INTERNACIONAL DE EDUCACIÓN OFICINA INTERNACIONAL DE EDUCACIÓN
SERIE DE PRÁCTICAS EDUCATIVAS
Familias y centros escolares
Sam Redding
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