Las ideas sexistas son tantas y están tan
arraigadas que es prácticamente imposible librarse de ellas
Estamos permanentemente sometidos, entre otras
cosas, a un bombardeo constante de publicidad, películas y series de televisión
que resuman estereotipos de género y estamos tan habituados a ello que no nos
damos ni cuenta de la cantidad de ideas absurdas que acaban por instaurarse en
nuestra vida y que nos hacen actuar de manera sexista, seamos hombres o
mujeres, tanto con niños como con niñas.
Yo he caído en muchas de esas costumbres que ahora
creo que son horrorosas. Desde el momento de elegir la ropa de mis hijos cuando
eran más pequeños, hasta decidir sobre la longitud de su cabello, o los
pendientes en el caso de las niñas. Lo reconozco, algunas costumbres son más
ridículas que otras, por eso intento ser cada vez más crítica con esto. Creo
que son tantas las ideas sexistas y que están tan arraigadas que es
prácticamente imposible librarse de ellas. Podemos intentarlo, pero para ello
tenemos que ser muy conscientes de todo aquello que decimos y hacemos y que
pueda estar condicionando a nuestros hijos en el sentido de seguir manteniendo
dichos estereotipos. No debemos olvidarnos de que somos un modelo para ellos, y
que todo lo que hagamos o digamos estará dejando huella en su educación.
Uno de los primeros obstáculos que nos podemos
encontrar en la búsqueda de una educación no sexista son los juguetes. Hay
juguetes para niños y para niñas, y es una lástima, porque las consecuencias de
esta distinción entre juguetes para ellos y para ellas no son despreciables.
Los juguetes que incitan a pensar, a resolver dificultades lógicas o
matemáticas, potencian en los niños y niñas un tipo de razonamientos y
pensamientos diferente a otro tipo de juguetes como los peluches o las muñecas.
Si le damos los peluches a las chicas y los juegos de construcciones a los
chicos, de manera similar a lo que hicieron los voluntarios de aquel
experimento publicado por la BBC, y mantenemos ese tipo de juegos durante un
largo periodo de tiempo de sus infancias, lo cual suele ocurrir a menudo,
podríamos estar modelando el cerebro de las niñas en cierto sentido para que se
interesen menos por las materias que tengan que ver con las matemáticas o la
tecnología. ¿Explicaría esto que haya menos mujeres que hombres en ciertos
sectores profesionales, como las ingenierías? ¿Hacemos creer a nuestras hijas
que son menos inteligentes que los chicos?
La selección de las actividades extraescolares está
también dominada por las ideas sexistas. Así, lo más típico es escoger fútbol o
robótica, para los chicos, y baile o patinaje para las chicas. Algunas historias,
como la de Billy Elliot e incluso la de Hugh Jackman, al que sus propios
hermanos llamaron “nenaza” cuando dijo en casa que quería estudiar
danza, nos demuestra lo gravemente afectados que estamos en general por
las ideas machistas. Tampoco lo tienen nada fácil las chicas que juegan al
rugby. ¿Qué problema hay en que una chica juegue al fútbol o en que un chico
patine?
Por otra parte, creo que, como padres, deberíamos
evitar decir frases tan perversas como la de “los niños no lloran”, porque son
las que llevan a los chicos a tener que ser fuertes, a no mostrar sus
sentimientos, y a asociar el llanto con una señal de debilidad, que, por otra
parte, se hace propio de las niñas. Deberíamos eliminar las comparaciones
despectivas hacia las chicas, porque si no se perpetúan ideas como la de
que correr como una niña sea un insulto. Y también pegar como una niña se
asocia a debilidad y cobardía. Así, las chicas llegan a la adolescencia
habiendo idealizado la imagen del chico malote como referente masculino atractivo.
En este sentido, recomiendo la lectura de un documento publicado por el
INJUVE que analiza como los chicos y chicas conforman su identidad a
través de los modelos machistas, para que nos demos cuenta de cuántos errores
cometemos en la educación de nuestros hijos.
La ropa es otro factor que marca unas diferencias
enormes, y del que es muy complicado escapar. Los uniformes de muchos
colegios siguen manteniendo la falda solo para las chicas. Las faldas son
solo para ellas, muchas veces obligatoriamente, aunque multitud de chicas las
odien. La comodidad y la libertad de movimiento no importan, si no pueden jugar
tranquilas sin enseñar la ropa interior, es preferible que no jueguen y que se
queden sentadas con las piernas cruzadas. Creo que, como padres, podríamos ser
más críticos con esto.
Así, además, permitimos a las niñas pintarse las
uñas, pero no a los niños. Ellas tienen que llevar el pelo largo, y si no
lo llevan pueden llegar a producirse situaciones como la ocurrida en el pasado
sorteo de la lotería de Navidad, cuando alguien pensó que una de las niñas
de San Ildefonso era en realidad un chico porque llevaba el pelo corto. Ni
siquiera la falda o los pendientes, otra de esas costumbres vinculadas al
género, la salvaron. Al contrario, hubo quien pensó que era un valiente niño
transgénero. Y que a ningún niño se le ocurra ponerse una falda, o un vestido,
o un traje de princesa Disney, porque ya no sería un machote. Peor visto
está incluso esto último que el hecho de que una niña se vista con prendas
masculinas.
Por otra parte, tratar de liberarse de estos
estereotipos puede suponer dejar a tu hijo o hija desprotegido ante una
sociedad que sigue insultando sin pudor en público y en redes sociales al que
es diferente, sin ningún escrúpulo, aunque sea un menor de edad. Hay que ser
muy inconsciente o muy valiente para publicar una foto de tu hijo vestido
de princesa. porque el sufrimiento al que se puede ver sometidos, las
vejaciones y humillaciones pueden ser demoledores.
Dicen los expertos que es a partir de los 10
años cuando los niños interiorizan los estereotipos de género, pero
también hay quien apunta que a los 6 años las niñas ya se perciben menos
inteligentes que los niños. Así que en casa desde el primer momento
debemos tratar de evitar someterlos a roles sexistas, que les hagan pensar que
unos son más listos que otras, y por supuesto tenemos que estar pendientes de
cómo educamos en lo referente a las diferentes tareas domésticas y actitudes
relativas al cuidado de otras personas. Y por supuesto, tratar de ser muy
críticos con las lecturas, las películas, las series de televisión o
la música y videoclips que escuchan.
Por:
Eva Bailén
Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/02/13/mamas_papas/1518533893_460334.html