viernes, 23 de febrero de 2018

LAS SEÑALES QUE INDICAN QUE AÚN NO SABEMOS EDUCAR EN IGUALDAD


Las ideas sexistas son tantas y están tan arraigadas que es prácticamente imposible librarse de ellas
Estamos permanentemente sometidos, entre otras cosas, a un bombardeo constante de publicidad, películas y series de televisión que resuman estereotipos de género y estamos tan habituados a ello que no nos damos ni cuenta de la cantidad de ideas absurdas que acaban por instaurarse en nuestra vida y que nos hacen actuar de manera sexista, seamos hombres o mujeres, tanto con niños como con niñas.

Yo he caído en muchas de esas costumbres que ahora creo que son horrorosas. Desde el momento de elegir la ropa de mis hijos cuando eran más pequeños, hasta decidir sobre la longitud de su cabello, o los pendientes en el caso de las niñas. Lo reconozco, algunas costumbres son más ridículas que otras, por eso intento ser cada vez más crítica con esto. Creo que son tantas las ideas sexistas y que están tan arraigadas que es prácticamente imposible librarse de ellas. Podemos intentarlo, pero para ello tenemos que ser muy conscientes de todo aquello que decimos y hacemos y que pueda estar condicionando a nuestros hijos en el sentido de seguir manteniendo dichos estereotipos. No debemos olvidarnos de que somos un modelo para ellos, y que todo lo que hagamos o digamos estará dejando huella en su educación.
Uno de los primeros obstáculos que nos podemos encontrar en la búsqueda de una educación no sexista son los juguetes. Hay juguetes para niños y para niñas, y es una lástima, porque las consecuencias de esta distinción entre juguetes para ellos y para ellas no son despreciables. Los juguetes que incitan a pensar, a resolver dificultades lógicas o matemáticas, potencian en los niños y niñas un tipo de razonamientos y pensamientos diferente a otro tipo de juguetes como los peluches o las muñecas. Si le damos los peluches a las chicas y los juegos de construcciones a los chicos, de manera similar a lo que hicieron los voluntarios de aquel experimento publicado por la BBC, y mantenemos ese tipo de juegos durante un largo periodo de tiempo de sus infancias, lo cual suele ocurrir a menudo, podríamos estar modelando el cerebro de las niñas en cierto sentido para que se interesen menos por las materias que tengan que ver con las matemáticas o la tecnología. ¿Explicaría esto que haya menos mujeres que hombres en ciertos sectores profesionales, como las ingenierías? ¿Hacemos creer a nuestras hijas que son menos inteligentes que los chicos?
La selección de las actividades extraescolares está también dominada por las ideas sexistas. Así, lo más típico es escoger fútbol o robótica, para los chicos, y baile o patinaje para las chicas. Algunas historias, como la de Billy Elliot e incluso la de Hugh Jackman, al que sus propios hermanos llamaron “nenaza” cuando dijo en casa que quería estudiar danza, nos demuestra lo gravemente afectados que estamos en general por las ideas machistas. Tampoco lo tienen nada fácil las chicas que juegan al rugby. ¿Qué problema hay en que una chica juegue al fútbol o en que un chico patine?
Por otra parte, creo que, como padres, deberíamos evitar decir frases tan perversas como la de “los niños no lloran”, porque son las que llevan a los chicos a tener que ser fuertes, a no mostrar sus sentimientos, y a asociar el llanto con una señal de debilidad, que, por otra parte, se hace propio de las niñas. Deberíamos eliminar las comparaciones despectivas hacia las chicas, porque si no se perpetúan ideas como la de que correr como una niña sea un insulto. Y también pegar como una niña se asocia a debilidad y cobardía. Así, las chicas llegan a la adolescencia habiendo idealizado la imagen del chico malote como referente masculino atractivo. En este sentido, recomiendo la lectura de un documento publicado por el INJUVE que analiza como los chicos y chicas conforman su identidad a través de los modelos machistas, para que nos demos cuenta de cuántos errores cometemos en la educación de nuestros hijos.
La ropa es otro factor que marca unas diferencias enormes, y del que es muy complicado escapar. Los uniformes de muchos colegios siguen manteniendo la falda solo para las chicas. Las faldas son solo para ellas, muchas veces obligatoriamente, aunque multitud de chicas las odien. La comodidad y la libertad de movimiento no importan, si no pueden jugar tranquilas sin enseñar la ropa interior, es preferible que no jueguen y que se queden sentadas con las piernas cruzadas. Creo que, como padres, podríamos ser más críticos con esto.
Así, además, permitimos a las niñas pintarse las uñas, pero no a los niños. Ellas tienen que llevar el pelo largo, y si no lo llevan pueden llegar a producirse situaciones como la ocurrida en el pasado sorteo de la lotería de Navidad, cuando alguien pensó que una de las niñas de San Ildefonso era en realidad un chico porque llevaba el pelo corto. Ni siquiera la falda o los pendientes, otra de esas costumbres vinculadas al género, la salvaron. Al contrario, hubo quien pensó que era un valiente niño transgénero. Y que a ningún niño se le ocurra ponerse una falda, o un vestido, o un traje de princesa Disney, porque ya no sería un machote. Peor visto está incluso esto último que el hecho de que una niña se vista con prendas masculinas.
Por otra parte, tratar de liberarse de estos estereotipos puede suponer dejar a tu hijo o hija desprotegido ante una sociedad que sigue insultando sin pudor en público y en redes sociales al que es diferente, sin ningún escrúpulo, aunque sea un menor de edad. Hay que ser muy inconsciente o muy valiente para publicar una foto de tu hijo vestido de princesa. porque el sufrimiento al que se puede ver sometidos, las vejaciones y humillaciones pueden ser demoledores.
Dicen los expertos que es a partir de los 10 años cuando los niños interiorizan los estereotipos de género, pero también hay quien apunta que a los 6 años las niñas ya se perciben menos inteligentes que los niños. Así que en casa desde el primer momento debemos tratar de evitar someterlos a roles sexistas, que les hagan pensar que unos son más listos que otras, y por supuesto tenemos que estar pendientes de cómo educamos en lo referente a las diferentes tareas domésticas y actitudes relativas al cuidado de otras personas. Y por supuesto, tratar de ser muy críticos con las lecturas, las películas, las series de televisión o la música y videoclips que escuchan.

Por: Eva Bailén
Fuente: https://elpais.com/elpais/2018/02/13/mamas_papas/1518533893_460334.html


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