domingo, 23 de mayo de 2010

Los referentes de nuestros hijos

Los referentes iniciales de nuestros hijos somos nosotros, los padres. Sin embargo llega un momento de la vida en que perdemos la exclusividad y debemos "compartir" ese rol con muchos otros. Dilemas, dificultades y oportunidades de un momento indispensable en la vida de las nuevas generaciones.

"Dov´è mio figlio?, più non lo vedo…" (dónde está mi hijo, no lo veo más) canta desgarrado en el final de "La Traviata" el Sr. Germont, refiriéndose a su atribulado hijo Alfredo que ha tenido una conducta indigna respecto de su amante Violetta. Desde el principio de los tiempos, la mitología y el arte han provisto innumerables ejemplos de esa cuestión, tan típicamente humana, arraigada en la necesidad de los padres de verse reflejados en sus hijos y de éstos de sentirse reconocidos por sus padres. Y esta necesidad recíproca, suele satisfacerse, en una medida u otra, a través del proceso que llamamos identificación.

A este proceso, que opera a través de vínculos con personas significativas - en especial los padres - a los que se suele llamar modelos de identificación, lo represento habitualmente con dos imágenes:


 La de la construcción de una casa propia con materiales provistos y fabricados por otros. En la que uno es a la vez arquitecto e ingeniero. La sueña, la imagina, la diseña y luego va tomando decisiones para superar los desafíos de la concreción material.


 La del crucigrama, compuesto por palabras verticales y horizontales, las que vienen de "arriba", de los adultos, y las que vienen del llano, de los pares. Esas palabras se combinan e influyen de diferentes maneras. A veces tienen partes en común, a veces, no. Pero todas contribuyen a completar el cuadro y a enriquecer el lenguaje. Ninguna persona nombra el mundo exactamente como sus padres, pero ninguna lo hace tampoco de un modo totalmente distinto.  



Idealmente hablando, este proceso culmina - nunca definitiva ni absolutamente – durante los años de adolescencia, donde lo que había ido ocurriendo de modo bastante poco conciente, se vuelve conciente y la búsqueda de modelos se amplía y diversifica, yendo mucho más allá de los personajes familiares o cercanos. Es por eso que – entre otras cosas – esta etapa es particularmente conflictiva, ya que tales modelos no siempre son positivos, ni consistentes, ni congruentes entre sí. Así y todo, la mayoría de la gente se las arregla para construir esa prodigiosa síntesis propia que llamamos identidad. Ese sentido de mismidad en el tiempo y en el espacio que hace a las personas únicas e irrepetibles, a la vez que semejantes.
 
En estos tiempos, las cosas se complican, porque, como dice Peter Senge en "La quinta disciplina"… "hoy la Humanidad crea más información de la que puede absorber, alienta mayor interdependencia de la que se puede administrar e impulsa cambios con una celeridad muy difícil de seguir". Esto en sí mismo, no es ni malo ni bueno, simplemente es, porque se debe a un movimiento de búsqueda y apertura que siempre existió, pero que, en virtud del acelerado desarrollo tecnológico del último siglo, ha tomado un ritmo vertiginoso y complejizante.

Hay más de todo. De lo bueno y de lo malo. Hay más basura, porque el menú es más amplio. Hay más mercado – para bien y para mal, para medicamentos que curan cáncer y para pornografía  – porque la feria mensual del Medioevo (donde también pasaba "de todo"), se transformó en un intercambio de 24 (horas) x 7 (días) x 52 (semanas). Por tanto, también hay más probables modelos de identificación, más palabras, verticales y horizontales: deportistas, artistas, líderes políticos y sociales, tribus urbanas, gurúes, reyes de la moda, etc.) Todos ellos puestos al alcance por la poderosa influencia de los medios masivos.

A veces los chicos corren realmente riesgo, y a veces, los adultos no los entienden. Y a menudo, ambas cosas a la vez. Dos de las hambres básicas del hombre: la de estructura y la de novedad, han alterado su balance histórico: hoy la segunda parece ir ganándole la batalla a la primera. Pero como es imposible volver al predominio que durante siglos tuvo la estructura, con su orden incuestionable, su estabilidad transgeneracional, sus costumbres arraigadas, y también sus rigideces, sus mandatos inamovibles, sus hij@s desheredad@s, sus padres terribles y sus madres ocultas, se tratará de ir logrando nuevos equilibrios, también en esto de que los padres - y adultos en general -  encuentren una nueva manera de mantener la necesaria asimetría con los jóvenes, sin pretender que renuncien al tiempo que les tocó vivir.

Van algunas sugerencias, implícitas en tres anécdotas, las dos primeras vividas por el autor:


1. Durante una Jornada del Proyecto Lusida, de lucha contra el SIDA (Ministerios de Salud y Educación, 1998/2000), surgió la pregunta sobre cómo hablarles a los hijos del tema. Mi comentario fue: "es que hay que venir hablando, es claro que es muy difícil hablar de repente de sexo y muerte, si no se habló nunca antes de amor y vida…" (Clave: hay que venir hablando, no hay por qué renunciar a nuestras "palabras verticales", aunque parezcan caer en saco roto…Y hay que dar el ejemplo).


2. De visita en Londres, pregunto a mi anfitriona las razones de ese increíble césped que se ve por todas partes. Me responde: "es simple: se aprovecha el clima propicio, se prepara la tierra, se elige una buena semilla, se la siembra y se la cuida… durante trescientos años." (Clave: hay que aprovechar las oportunidades, hay que trabajar mucho; hay que estar atento, hay que saber elegir, y no hay que dejar de cuidar… nunca).


3. Un abuelo indigena cuenta a sus nietos que, desde que nacemos y por el resto de nuestras vidas, dos lobos luchan en nuestro interior: uno noble y sabio y uno mezquino y ruin. Uno de los chicos pregunta: ¿Y quién gana? Y el abuelo responde: "el que alimentamos" (Clave: la mejor manera de contrarrestar lo malo es alimentar lo bueno).



 


Lic. Rolando Martiñá*


*Rolando Martiñá, padre de dos hijos y abuelo de cuatro nietos, es Maestro Normal Nacional, Licenciado en Psicología clínica y educacional. Posgrado en Orientación Familiar, convenio Fundación Aigle- Instituto Ackerman de Nueva York. Miembro del Programa Nacional de Convivencia Escolar, Ministerio de Educación de la Nación. Consejero familiar y de instituciones educativas. Autor de "Escuela hoy: hacia una Cultura del Cuidado", Geema, 1997; "Escuela y Familia: una alianza necesaria", Troquel, 2003; "Cuidar y Educar", Bonum, 2006 y "La comunicación con los padres", Troquel, 2007. Mail de contacto: rmartina@fibertel.com.ar


 


 

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