Existe
unanimidad en considerar a la familia y la escuela como socios de un complicado
emprendimiento, la formación de las nuevas generaciones. Hay ámbitos donde
la familia es el actor principal, y la escuela colabora, pero en otros sucede
lo contrario ¿Qué rol desempeña cada institución?
El siguiente texto es la ponencia que la doctora Marcela Chavarría
Olarte de la
Universidad Panamericana dictó en el Primer Coloquio: la
Participación de Padres de Familia en la Educación, organizado por el Consejo
Nacional de Fomento Educativo (Conafe). Es importante rescatar sus reflexiones
sobre uno de los puntos imprescindibles en el ámbito educativo: la
participación de los padres en la educación. En su conferencia titulada “La familia
como agente educativo primario”, la ponente opina sobre la naturaleza educativa
de la familia y su función y trascendencia como agente educativo primario.
Reflexionar sobre la
naturaleza educativa de la familia y comprender su función y trascendencia como
agente educativo primario es una tarea fundamental. En este sentido, es
necesario centrarse sobre algunas de las relaciones interpersonales en la
familia para darse cuenta que tienen, sin duda, un significado educativo. Ser
padre, madre, hermano o esposo implica una intención educativa en la familia;
se forma parte del ámbito natural para nacer, crecer y vivir con la dignidad de
personas. Asimismo, la familia es la instancia educativa primaria, pues ahí se
inicia el proceso de perfeccionamiento de todas las facultades específicamente
humanas.
Recordemos que en la
familia se distinguen características básicas que la hacen distinta de la
relación animal. Hay tres diferencias clave. En primer lugar, la comunicación
de afecto y valores entre los integrantes es la relación como individuos que
nos identifica y nos personaliza; por lo tanto, la familia humana es un espacio
en el que los progenitores le transmitan algo más que la vida biológica a sus
hijos, les transmiten afectos, valores, costumbres. La paternidad es una
función que se ejerce poniendo en juego la inteligencia y la voluntad, y
consistirá, precisamente, en establecer una relación inteligente y libre con
los hijos que les ayude a desarrollar sus capacidades.
La segunda
diferencia es la convivencia entre padres e hijos, la cual se prolonga por años
de manera directa en función de las necesidades racionales de desarrollo de los
hijos, y de manera indirecta por toda la vida. La tercera diferencia es que en la familia
humana se mantienen tres estratos de relaciones interpersonales, tres
generaciones: abuelos, padres e hijos, lo cual entre los animales irracionales
no sucede.
La familia es una
relación compleja, humana, profunda, distinta, en donde la relación biológica y
la procreación no son más que un punto de partida, pero no su esencia. La
familia es una comunidad natural duradera, una unidad de vida humana, en la que
converge el desarrollo biopsicosocial de varias generaciones en forma
interdependiente.
En este sentido, la
familia es una estructura social básica de naturaleza educativa, pues su finalidad
esencial es perfectiva en estricto respeto de la naturaleza humana, y también
porque allí nos educamos todos, es decir, perfeccionamos nuestras capacidades
naturales. En el seno familiar recibimos los primeros elementos para nuestro
proceso de perfeccionamiento humano, actualizamos nuestras potencialidades,
aprendemos a ser mejor hoy de lo que éramos ayer.
La paternidad es una
misión de vida que rebasa un proceso biológico, es una relación en la que se
comunican costumbres, ideas, cualidades, defectos y valores. Esto lleva a definir,
entonces, que el significado esencial de la paternidad es estrictamente
educativo.
Por otro lado, la
relación entre hermanos también es una relación educativa porque brinda la
experiencia de compartir ropa y comida y, además, plantea la posibilidad de
discusiones, reconciliaciones y el perdón, lo que prepara para resolver los conflictos
derivados de la convivencia social.
La familia, ámbito
de responsabilidad educativa Existen consejos de participación social en donde
se propicia la participación de los padres. Sin embargo, aún no se comprende
cabalmente, incluso en el ámbito legislativo e institucional, que el papel de
los padres en la educación no es de colaboradores de la escuela. La labor de
los padres en la educación es el de ser los principales educadores de sus
hijos, por lo tanto, cuando se habla de educación de los padres en la escuela o
de vinculación familia-escuela, más que hablar de los padres como
colaboradores, se tendría que hablar de la escuela como colaboradora de los
padres o, por lo menos, de un binomio real de colaboraciones escuela-familia.
La familia tiene
áreas de responsabilidades específicas que forman parte de la educación integral
y sin las cuales una persona no funciona adecuadamente en la sociedad; por
ejemplo, la educación de los afectos. Un profesor de educación básica puede
educar en el ámbito del respeto, pero si el niño no es respetado en su ambiente
familiar, entonces nunca entenderá realmente dicho valor. Una profesora puede
tratar de educar sobre la honestidad, y tal vez el niño manifestará conductas
aparentemente honestas en el ámbito de la escuela, pues aprende que ahí las
cosas funcionan así, pero si en su familia es un valor desconocido, entonces en
realidad no se está apropiando genuinamente de él. Se adquiere una doble moral,
donde las conductas escolares son para la escuela y las conductas familiares
para la familia, mientras que en la vida real, en la sociedad, todo es
relativo. Entonces la educación de los afectos, que aterriza en la formación
moral y en la formación cívica, y que éstas a su vez incluyen la formación de
hábitos y actitudes de conducta, es fundamentalmente un área de responsabilidad
de los padres, y los profesores somos sus colaboradores.
La formación
intelectual es una responsabilidad prioritaria de la escuela, y ahí los padres
son nuestros colaboradores. Existen áreas de responsabilidad que se comparten
de una manera más equilibrada, pero hay otras en las cuales cada ámbito tiene
que hacer su parte. Entonces, culturalmente la familia tiene áreas de
responsabilidad especiales, y al hablar de vinculación familia-escuela es
necesario respetar el papel prioritario de los padres como primeros y
principales educadores.
El reto de los
educadores consistiría en ser agentes activos en favor de la familia para que
ésta cumpla su función. Los maestros y las maestras deben realizar un esfuerzo
cotidiano en sus propias familias e impulsar a su vez los esfuerzos en la
familia de sus educandos por medio de la orientación.
La misión principal
como profesional de la educación es orientar a los padres para que asuman con
responsabilidad y eficiencia su función de principales educadores de sus hijos.
Así, la vinculación familia-escuela y la participación de los padres en el
ámbito escolar deben suceder más en términos de orientación educativa para
padres de familia y no tanto que la familia limite su participación a asuntos
administrativos, cívicos o de infraestructura.
Si reconocemos a la
familia como el agente educativo primario, reconoceremos que trabajar y velar
por la familia es hacerlo por nuestra plenitud como personas y como género
humano.
Extraído de
La participación de
los padres de familia en la educación La familia como agente educativo primario
Marcela Chavarría Olarte
Alas para la equidad.
Órgano informativo del Consejo Nacional de Fomento Educativo,
Año 4, No. 38, marzo-abril, 2012
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