El esquema clásico entendía la familia como la agencia educativa principal. Pero esto fue válido para las sociedades estables y agrarias desde hace años ya no sirve. Hoy, hablar de la familia significa pensar en referencias plurales en el que aparecen tipologías familiares muy variadas. Esto generó nuevas maneras de educar, y nuevos obstáculos ¿Por qué las familias manifiestan tantas dificultades para atender a sus hijos? ¿Ha perdido vigencia el modelo autoritario? ¿Qué rol puede desempeñar la escuela en este marco?
Entre la familia y la
escuela
La crianza de los pequeños y el acompañamiento de los
jóvenes son funciones que los padres han realizado siempre y en todas partes.
De manera deliberada o poco consciente, las familias se han preocupado de
garantizar, a través de los hijos, la transmisión de valores, de costumbres, de
pensamientos y de maneras de hacer.
La influencia familiar sirve a la función transmisora y
renovadora del colectivo comunitario al conseguir que los hijos se conviertan
en adultos capaces de incorporarse y sentir como propios los ideales, las
creencias y los valores de la sociedad.
Éste es el esquema clásico que entendía la familia como la
agencia educativa principal, núcleo básico e insustituible, en la configuración
de tradiciones culturales. Pero la explicación que fue válida para las
sociedades estables y agrarias desde hace años ya no sirve. Hoy, hablar de la
familia significa situarnos en un marco de referencias plurales en el que
aparecen tipologías familiares muy variadas.
Nuevas familias,
nuevas formas de educar
Los cambios sociales han generado profundas transformaciones
en el mundo actual. Probablemente, en la institución familiar es donde se
pueden apreciar más los cambios que han incidido, con igual intensidad, en
adultos y niños. En las últimas décadas, un conjunto de factores: corrientes
migratorias, movilidad laboral, la sociedad de consumo, la incorporación masiva
de las mujeres al mundo del trabajo, los cambios legislativos en relación a las
uniones matrimoniales, más rupturas sentimentales de padres que tienen hijos y
las posibilidades para reiniciar nuevas vidas, el aumento de adopciones
internacionales, entre otras novedades, explican la aparición de nuevas
tipologías familiares que inciden en la composición y en las relaciones de
manera diversificada.
Por una parte, en la familia nuclear, se puede observar una
tendencia clara a restringir lazos, influencias y afectos entre los miembros de
la misma familia. Y, por otra, el aumento de las separaciones matrimoniales y
reconstituciones familiares obligan a aprender a estar abiertos y a ser capaces
de iniciar nuevos proyectos familiares, lo que puede implicar el
establecimiento de nuevas relaciones de parentesco a lo largo de la infancia.
La familia jerarquizada, que fijaba reglas y normas y que
formaba parte de una red familiar extensa de hermanos, cuñados, sobrinos y
primos que tenían como referentes comunes la voz autorizada y los recuerdos de
los mayores, tiende a desaparecer. Y con ella se pierde, desde la perspectiva
sistémica, el rico conglomerado de relaciones que facilita tantos aprendizajes
importantes para la vida.
A pesar de vivir en la sociedad de la información y del
conocimiento, son frecuentes las opiniones de padres que tienen hijos pequeños
y adolescentes que manifiestan desconcierto y desorientación a la hora de
educar a sus hijos. Los modelos de crianza y educación, inspirados en las
maneras de hacer de los propios padres ya no sirven. Para la gran mayoría de
las familias actuales, es bien cierto que los consejos de sabios pediatras y
las escuelas de padres —que durante unos años parecieron una ayuda eficaz—
pueden resultar insuficientes.
Sin embargo, la naturaleza humana continúa teniendo
necesidad de protección y atención en los primeros meses de vida, en los años
infantiles y en la etapa de tránsito hacia la vida adulta. En este largo
período, hoy más largo que en ninguna otra época, los padres saben que han de
ejercer las responsabilidades que la sociedad les atribuye.
En casa, y no en otro lugar, se hacen los primeros
aprendizajes vividos en el universo de las relaciones interpersonales. En casa,
y no en otro lugar, se suceden las primeras situaciones de relaciones
interpersonales que nos inician en el largo y difícil camino del
autoconocimiento. Mediante las relaciones afectivas familiares se dan los
primeros pasos en el aprendizaje y la gestión de todo el universo emocional. En
casa, y no en otro lugar, se construye la base más sólida del equilibrio y de
la estabilidad personal que nos caracteriza cuando somos adultos.
La familia biológica y las familias de adopción siguen esta
función ininterrumpida de ayudar a los recién llegados a convertirse en
mayores.
Pero en la complejidad y pluralidad social, en estos
momentos, la tendencia competitiva e individualista, también la fuerte presión
publicitaria que crea falsas necesidades de consumo, las dificultades para
conseguir trabajo y salarios estables, todo en conjunto, llega a actuar como
una gran confabulación que impone ritmos vitales más y más acelerados. Esto
explica que las familias manifiesten tantas dificultades para atender a los
hijos.
Ayudan poco a resolver las dificultades el entretenimiento y
el acompañamiento en el crecimiento de los hijos con ingentes cantidades de
imágenes violentas y de información vacía de significados valiosos que ocupan
demasiadas horas en la vida de nuestra infancia. Las horas de muchos niños son
vividas a remolque de la velocidad vital de los padres: jornadas larguísimas de
actividades, horarios fijados según las agendas de los adultos y, como
complemento, bajo la fuerza implacable de la publicidad, toda clase de ingenios
electrónicos que pretenden sustituir compañeros de juegos en los cortos
intervalos de tiempo libre de que disponen.
Por otra parte, aunque en el interior de cada familia no ha
habido nunca un modelo único para educar a los hijos, en los últimos tiempos,
sí que ha variado la pauta de relación que caracterizaba a todas las familias.
Entre padres e hijos se imponía la existencia de control, de autoridad y de
respeto. Últimamente ha perdido importancia el ejercicio de la autoridad y del
control para dejar paso a la comunicación entre iguales y a la toma de
decisiones familiares por consenso. En principio, este modelo familiar más
democrático o negociador puede ser positivo, pero educar en el ejercicio de la
libertad es un reto muy exigente.
Son muchas las interpretaciones que se hacen sobre el hecho
de que, paralelamente al aumento de familias negociadoras, haya surgido un tipo
de adolescente consentido, que tiene dificultades para ser responsable y al que
le cuesta superar la frustración al no satisfacer, instantáneamente, todas sus
particulares necesidades.
Además, entre los padres hay una tendencia creciente a
evitar los conflictos para establecer relaciones emocionales positivas durante
el tiempo escaso de convivencia con los hijos. Es posible que aquel modelo de
educación basado en el rechazo de comportamientos autoritarios, junto a la
divulgación, difundida en versiones muy particulares, de teorías
psicoanalíticas haya tenido consecuencias muy negativas. El modelo de libre
desarrollo del niño ha sido muy difundido en la sociedad occidental. Y cuando
se ha aplicado de manera literal y sin diferenciar el límite que señala el
deseo caprichoso de la necesidad de aprender a ser responsables, las
consecuencias han podido ser muy negativas para el propio niño o adolescente.
La aparición reciente del Síndrome del Emperador es una devastadora
consecuencia.
Éstos y otros elementos son los que caracterizan a las
familias. Los medios de comunicación y los discursos públicos manifiestan con
insistencia que hay que favorecer la conciliación entre la vida laboral y la
familiar y hacer políticas más activas de ayuda y de protección familiar. Es
evidente que si las políticas activas a favor de todas las familias no llegan,
la escuela continuará siendo receptora de nuevas demandas educativas y un
sector de madres y padres, que tiende a ser cada vez más amplio, le continuará
exigiendo toda clase de responsabilidades.
Nuevas
responsabilidades para la escuela
Los cambios sociales han propiciado que el mundo escolar,
aparte de la propia evolución interna, haya sido receptor de encargos bien
dispares.
La organización de las actividades escolares y el trabajo de
coordinación ha adquirido mayor complejidad. Las tareas docentes, a medida que
la escuela ha ido cubriendo más tiempo en la custodia del niño, también se han
modificado. A las horas lectivas, se han sumado las horas de comedor e incluso una
sexta hora.
Los contenidos del currículum escolar se amplían y se
modifican permanentemente. Nuevas tecnologías, educación vial, educación por la
paz, la sensibilización ecológica y la educación para el consumo ya son
contenidos de los trabajos escolares.
También, ante todas y cada una de las situaciones críticas:
prevención de drogadicciones, prevención de enfermedades de transmisión sexual,
necesidad de educar en hábitos saludables de alimentación, se ha trasladado a
la escuela la responsabilidad de llevar a cabo programas correspondientes.
Y, finalmente, los centros de educación se enfrentan a los
conflictos que generan los comportamientos indisciplinados de un número muy
pequeño de niños y jóvenes, que en ocasiones deriva hacia la inadecuada respuesta
de las propias familias.
¿Dónde está la finalidad de la escuela? ¿Es necesario que
nos detengamos un momento? La finalidad de la escuela ha de ser reescrita y hay
que volver a pactarla. Neil Postman lo advierte en sus últimos escritos: No hay
camino más seguro para poner fin a la escuela que no tener ninguna finalidad.
Muchos maestros piensan sobre esto cada día. También los formadores de futuros
maestros. Es evidente que ante nuevas demandas sociales, la formación inicial
de maestros también obliga a repensar una formación inicial.
Entretanto, gran parte de los maestros de nuestro país, con
dosis muy grandes de ilusión y de profesionalidad, han permitido que las
escuelas afronten los retos relacionados con los cambios legislativos, con la
escolarización de alumnos llegados de todo el mundo, con los cambios en la
relación que han de establecer con ellos las familias. Es la nueva complejidad
social la que obliga a delimitar y pactar un reparto de responsabilidades sobre
la infancia. ¿Qué función les corresponde a las familias? ¿Cuál es la
responsabilidad de la institución escolar? ¿Cómo se ponen de acuerdo padres y
maestros para trabajar conjuntamente a favor de niños y de adolescentes?
¿Conviene una movilización educativa? La movilización
educativa es el reclamo que está utilizando el profesor J.A.Marina recordando
el viejo proverbio: para educar a un niño
se necesita a toda la tribu.
Iniciativas parecidas hay muchas y son estrictamente
necesarias. Lideradas por asociaciones de padres y madres, lideradas por grupos
de profesorado desde los centros escolares, o impulsadas desde las
universidades. Por eso ha sido un gran acierto plantear el tema en las Segundas
Conversaciones Pedagógicas.
Extraído de:
¿Quién ayuda a ser adulto?
Mª Pilar Navarro
Universitat de Lleida
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