Las redes sociales en Internet se constituyen en un fenómeno explosivo, y fundamentalmente novedoso. Esto genera incertidumbres en los padres ¿Qué hacer? ¿Cuál es el margen de acción? El siguiente artículo reflexiona sobre el problema.
El autor analiza el componente identitario de las redes sociales para la actual generación de adolescentes, que las utiliza como una herramienta para zafarse del exceso de control y protección paterno. Recomienda dejar espacio a los adolescentes para que ellos decidan, pero a la vez estar cerca, para que sepan que pueden contar con nosotros ante cualquier duda o peligro. Además, recuerda una serie de consejos básicos a transmitir a los menores, para preservar su identidad y sus derechos como usuarios, como no dar datos personales, advertirles de que las imágenes expuestas pueden ser utilizadas o manipuladas, y cuidar la información que enseñan a los demás, entre otras recomendaciones.
Tener hijos adolescentes o poder tenerlos dentro de poco –en cuanto crezcan los niños y las niñas que criamos implica pensar en el fenómeno de las Redes Sociales en Internet. Nuestras generaciones más jóvenes han nacido con el ratón en la mano y el portátil bajo el brazo. Esta situación implica una relación asimétrica con las nuevas tecnologías, ellos saben de estas cosas más que nosotros y esto determina nuestra posición como padres y madres.
Parece que las nuevas tecnologías de la comunicación no sólo separan generaciones por cómo las usan, sino que además, se están utilizando como elemento identitario diferencial. Así, igual que hace unas décadas los vaqueros o la música rock eran vividos como señales que daban sentido e identidad a una generación frente a la anterior, ahora el uso del móvil, Messenger o Tuenti sirven para definir elementos compartidos que definen a nuestros adolescentes y jóvenes.
Las Redes Sociales en Internet existen desde hace muy poco tiempo. Se habla de 10 años, y se afirma que existen más de 100 millones de usuarios. No tenemos porqué tomar la cifra como exacta, pero en todo caso nos ayuda a entender cómo se trata de un acontecimiento con una fuerte tendencia expansiva. En el que participan masivamente jóvenes y adolescentes.
Debemos pensar qué utilidades tiene para los y las adolescentes este espacio de comunicación “virtual”. A través de la página personal de Facebook o Tuenti (por mencionar algunas de las redes más extendidas) los chicos y chicas se muestran, juegan a construir identidades, deciden cómo se exhiben ante los demás… A la vez pueden comunicarse y encontrarse de múltiples formas y evitando las restricciones espacio-temporales que les imponemos desde nuestra cultura. Así esta generación de adolescentes, una de las más protegidas y controladas por los adultos, ha conseguido encontrar un medio desde el que romper el cuidado con el que se les limitaba sus relaciones con los iguales. En un marco social en el que hay pocos hermanos, la relación con la familia extensa –sobre todo con los primos se hace más complicada y cuando los tiempos y espacios libres se han restringido por los posibles peligros que pueden acechar a la infancia y la adolescencia –mucho más en las ciudades-, resulta que los chicos y las chicas han encontrado un medio para hablar con sus amigos desde el ordenador de su habitación o desde el sofá del salón cuando están tecleando en el portátil familiar.
Todo esto provoca un significativo nivel de incertidumbre en muchos padres y madres. Y podemos pensar en algunas razones. Por ejemplo, mencionemos cómo estas nuevas aplicaciones informáticas ponen en cuestión la tradicional asimetría del saber que deja por encima a los padres y madres. Aquí la cosa es al contrario, son los chicos y las chicas los que pueden dar lecciones a sus mayores. Otra fuente de inquietud pasa por reconocer que a través del ordenador ya no sirven los tradicionales sistemas de control familiar. Ahora no basta con determinar a qué hora se vuelve a casa o con llamar por el teléfono móvil para saber con quienes están nuestros hijos e hijas. Con estas nuevas formas de comunicación ellos pueden estar usando el chat de Facebook y escribirse con una persona de 25 años o con un amigo residente en Santiago de Chile con el que comparten la afición por el motociclismo.
Y por supuesto están los otros miedos, los de siempre: que nuestro hijo o hija entre en contacto con alguien que le haga daño, que le “roben” algo valioso, que se exponga a situaciones traumáticas… En este sentido Internet reproduce los temores habituales que tenemos los padres y madres ante cualquier tipo de relación social. Y es que probablemente esto se nos escapa: Internet no es más que un nuevo medio para hacer las mismas cosas. Por eso aparecen razonablemente los mismos y antiguos miedos. “No te salgas del bosque y no hables con extraños” fueron las dos únicas indicaciones que oyó Caperucita de labios de su madre, antes de dejarla para cruzar el bosque.
Y esto nos lleva a que pensar en educar sobre las redes sociales de Internet es hacer lo de siempre en otro contexto. Desde esta perspectiva recuperamos algunos de los instrumentos básicos de la crianza: el control como contención; el apoyo como instrumento de estímulo; la comunicación como recurso para establecer vínculos. Nada más y nada menos.
Por otro lado es importante saber ajustar cada respuesta a la situación y la edad. A veces les dejamos solos demasiado pronto y a veces demasiado tarde. En ocasiones es algo que no decidimos, que viene dado por las circunstancias, pero incluso en esos momentos, si somos conscientes de ello, podemos hacer por reducir las dificultades que esto conlleva. También desde un marco general, queremos destacar la importancia de poder estar cerca para hablar y atender si aparecen problemas. A veces el trabajo educativo en la adolescencia es un trabajo de acompañamiento, de estar junto a ellos atentos y distantes a la vez. Dejar espacio para que ellos decidan a la vez que estamos cerca como un salvavidas que no hay necesidad de usar pero cuya sola presencia recuerda peligros y promete ayuda cuando se pueda requerir.
Desde una perspectiva más específica, pensando en las características de la comunicación en Internet y ciertas características de los y las adolescentes, podemos pensar en cuestiones como la imagen personal, las dificultades entre pensamiento y acción, las relaciones amistosas y el aprendizaje de los derechos como usuarios. Repasémoslos de forma breve. La Red ofrece a los y las adolescentes un mágico escaparate donde mostrarse a los demás y desde el que recibir (e imaginar) respuestas de los otros. Hay que pensar lo que se muestra, cómo se muestra y a quién se enseña. A la vez, cuidarse en Internet implica tener claro que no se deben dar datos personales (domicilio, teléfono, información bancario, números o claves de tarjetas de crédito). Incluso es recomendable identificarse sin dar el nombre completo, usando alias que permitan proteger nuestra identidad. En otro sentido las imágenes expuestas pueden ser utilizadas y/o manipuladas por otros, tener esto en cuenta y cuidar qué se enseña a los demás es importante en un medio en el que la información (escrita o visual) puede permanecer en teoría hasta el infinito.
Y hablamos repetidamente de pensar porque es una acción importante en este grupo de edad que puede tender con demasiada rapidez a la actuación, aunque esto no sea algo exclusivo de los adolescentes. En Internet, una vez que se incluyen imágenes, datos o cualquier otra información sobre una persona esta información queda fuera de su control. Y aunque hablamos del mundo virtual, en ese mundo de pantallas y microprocesadores pasan cosas que nos llegan al mundo real, a nuestras emociones y nuestros afectos. Los ordenadores pueden hacer daño y dejar heridas. Cuidarnos con ellos es cuidarnos a nosotros.
A través de las aplicaciones de Internet los chicos y chicas se comunican. Esto nos lleva a otro punto: cómo se articulan las relaciones. Aquí es importante cuidar a los amigos y en ocasiones cuidarse de ellos ¿Son siempre los amigos de sus amigos sus amigos? Hay que tratar de seleccionar bien a quién se permite acceder a nuestra información. Esto implica usar los niveles de “privacidad” de las Redes, ajustando cada contenido al nivel de privacidad que se estime más oportuno. En este plano hay que prestar atención a las posibilidades de ligar: hacerlo en Internet con extraños puede tener graves consecuencias. Tengamos en cuenta que algunas personas mienten sobre su verdadera identidad. Si bien se trata de situaciones poco frecuentes, a veces se conciertan citas entre personas que se han conocido en Internet. Si esto ocurre, es importante que la cita se organice en un lugar público durante las horas del día y en compañía de amigos de confianza. Es importante avisar a un adulto sobre dónde se va.
Desde otro plano Internet es negocio. Muchas de sus aplicaciones son producidas por empresas y esto también ocurre en las Redes Sociales. Aquí debemos incluir la mirada del consumidor y pensar en nuestras estrategias y derechos como usuarios. Así debemos recordar que no todas las Redes Sociales son iguales ni tratan o defienden nuestra información de la misma forma. Y nosotros podemos escoger cuál nos resulta más útil para nuestros intereses o más respetuosa con nuestros derechos. Además existen mecanismos de regulación y denuncia para utilizar en situaciones en las que consideremos que se producen irregularidades o se usan nuestros datos inadecuadamente, para ello hay que conocer esos procedimientos. Por último, en este sentido comercial hay que abrir el campo de análisis al papel y el impacto de la publicidad. Estos nuevos medios de comunicación son utilizados también por otras empresas comerciales que buscan impactar en los usuarios de las Redes Sociales y dirigir sus conductas y adquisiciones.
En un reciente estudio del INJUVE, Rubio y Menor recogen cómo las preocupaciones de los jóvenes y los adolescentes coinciden con las de sus padres ante los riesgos y peligros de Internet. Hay que construir condiciones desde las que podamos confiar en nuestros hijos e hijas, en sus recursos, su capacidad de análisis, su sensatez, también entendiendo que si se da una dificultad que les sobrepasa van a pedirnos ayuda. Confianza que se vuelva también hacia ellos, ayudándoles a ganar autonomía y madurez.
Acabemos recordando que nuestra sociedad reparte y multiplica los agentes socializadores. No sólo en nuestras casas nuestros hijos e hijas crecen y se educan. Por ello queremos hacer una breve mención del papel de la escuela en la educación ante las nuevas tecnologías. La LOE y sus desarrollos proponen en este sentido educar la competencia digital, en la que se incluyen habilidades y destrezas para utilizar estos nuevos medios. Sólo queremos aquí subrayar la necesidad de no quedarnos en una exigencia de eficacia instrumental (saber usarlos y manejar máquinas y aplicaciones). Además de saber utilizar el teclado y el ratón debemos favorecer entre chicos y chicas el aprendizaje de sistemas éticos y actitudes que permitan que la llamada “ágora digital” esté organizada según principios democráticos. También con los ordenadores se enseña o se aprende a ser ciudadano. Y esto es algo que debemos tener presente a la hora de impulsar iniciativas como madres y padres desde nuestras asociaciones y en los consejos escolares.
Autor
Luis García Campos
Colaborador de Formación de CEAPA, psicólogo y orientador
Extraído de
nov/dic 2009 padres y madres de alumnos y alumnas
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