Un acto educativo muy conocido y tradicionalmente instaurado en nuestra
sociedad es el de la graduación o la entrega de títulos. Se trata de actos
ceremoniales, cada vez más extendidos, donde se entregan diplomas a aquellos estudiantes
que se han esforzado, que han estudiado y superado diferentes cursos y
materias, obteniendo, en definitiva, buenas calificaciones o resultados.
Este acto está cargado de estados personales y emocionales como la
alegría, la satisfacción, la motivación, etc. También posee diferentes
connotaciones sociales como, por ejemplo, el reconocimiento del esfuerzo y la
valía del estudiante por parte de su familia, la cual se engalana para este
acto, lo festeja, lo recuerda etc.; también se aprecia en el reconocimiento
administrativo que recibe el estudiante, por parte de la sociedad o de un
gremio profesional, al recibir un título con un determinado valor o
equivalencia. Sin duda, para muchos, este momento representa una forma de
manifestación del éxito escolar obtenido por el estudiante. Se trata de un
éxito y un reconocimiento centrado en el alumno o alumna, que es quien recibe
el diploma como premio a su esfuerzo y dedicación, su sacrificio, su valía y
buena preparación.
Sin embargo, para nosotros, el éxito escolar no es algo exclusivo del
alumno que termina la escolaridad obligatoria, que progresa en el bachillerato
o en Formación Profesional (FP) y que obtiene un título universitario, sino que
es un éxito de todos que beneficia a todos. Es la sociedad en general y los
distintos estamentos e instituciones que la componen (las familias, los
ayuntamientos, los centros escolares,…) los que apuestan día a día por la educación. Son
muchos los esfuerzos y sacrificios que realizan las escuelas y las familias con
sus menores, para que sean mejores personas y mejores ciudadanos. Por ejemplo,
muchas familias piensan, desean y luchan para que sus hijos tengan la
oportunidad de estudiar más de lo que ellos estudiaron y optar a un puesto con
unas condiciones sociales y económicas mejores de las que ellos tienen. La
sociedad, a través de su sistema educativo, también persigue que todos los
estudiantes desarrollen plenamente su personalidad y sus capacidades, que
adquieran valores democráticos y diversos conocimientos y hábitos que les
permita ser libres, autónomos y responsables para participar en la vida
económica, social y cultural; además de que les capacite para ejercer una
ciudadanía crítica y responsable en una sociedad cambiante. Tener éxito escolar
no significa sólo ser un buen estudiante, sino ser también un buen hijo, un
buen amigo, un buen trabajador, un buen compañero, un buen ciudadano,… y
además, serlo en entornos cuyos marcos de referencia varían constantemente. De
aquí la importancia de la educación para el crecimiento personal, para la
integración en la comunidad y, en resumen, para la adaptación a la sociedad y
la mejora de la misma. El
éxito escolar aumenta las posibilidades de crecer como persona y de construir
una sociedad mejor.
Por todo ello, y atendiendo a las raíces democráticas de nuestra
sociedad, la legislación educativa, a sabiendas de que todos tenemos distintas
condiciones y características de partida que pueden favorecer o limitar las
posibilidades de obtener buenos resultados escolares, establece que la
educación básica pública debe ser para todos y de calidad. La educación ha de
ser flexible y ha de permanecer atenta a las necesidades que pueda presentar el
alumnado, para garantizar así la igualdad de oportunidades. Para ello, la
administración educativa establece medidas facilitadoras a aquellos estudiantes
que puedan presentar necesidades específicas de apoyo educativo, tratando así de
asegurar que el éxito escolar esté al alcance de todos.
El éxito escolar depende también de la capacidad del sistema educativo
para ofrecer y garantizar una educación básica de calidad que permita que toda
la ciudadanía aprenda a desenvolverse con éxito en los diferentes ámbitos de la
vida (familiar, relacional, profesional, laboral y social). Por tanto, el
alumno que no aprueba unas asignaturas, que no alcanza una titulación básica o
que no aprende una profesión para insertarse laboralmente, es el reflejo de las
debilidades de nuestro sistema educativo. La sociedad, en este caso, no alcanza
el éxito escolar porque no ha conseguido los objetivos educativos que se había
propuesto, es decir, no estamos educando a nuestras futuras generaciones tal y
como habíamos pensado que era idóneo.
“(…) la responsabilidad del éxito
escolar de todo el alumnado no sólo recae sobre el alumnado individualmente
considerado ,sino también sobre las familias, el profesorado, los centros
docentes, las administraciones educativas y, en última instancia, sobre la
sociedad en su conjunto, responsable última de la calidad del sistema educativo”.
El éxito escolar es de todos, y la responsabilidad de conseguirlo
también es de todos. Aunque el alumno es el beneficiario directo de las
inversiones y acciones educativas que se realizan (es quien obtiene un título,
quien aprende, quien adquiere unas competencias y dominios esenciales para su
vida…), también las familias y el profesorado, tras no pocos esfuerzos,
contribuyen al éxito escolar y se sienten recompensados y satisfechos cuando
hijos y alumnos progresan. Este éxito se extiende también a la sociedad ya que
habrá cumplido con sus pretensiones de educar adecuadamente a sus futuras
generaciones buscando su propia consolidación, crecimiento y desarrollo social.
Resumiendo, el éxito escolar no sólo está relacionado con las buenas
notas o los títulos obtenidos por un número determinado de alumnos, sino que
también tiene que ver con la adquisición de habilidades y competencias que favorezcan
el crecimiento personal y social de los individuos. Las familias, el barrio, la
comunidad, y la sociedad en general se suman, pues, al carro del éxito escolar
por los beneficios que supone para todos, una buena educación. Es el principal
modo que tenemos de asegurarnos de que el mundo en que hoy vivimos sea mejor en
el futuro, porque serán ciudadanos preparados y comprometidos para hallar
soluciones a los problemas existentes. Además, según la previsiones que se
manejan, dentro de unos años aquella persona que no esté cualificada,
difícilmente podrá acceder al empleo y tendrá mucha posibilidades de estar
excluido socialmente. Es decir, el éxito escolar es la clave preventiva que va
a favorecer el desarrollo y crecimiento personal de cada individuo pero también
la construcción de una sociedad más rica, justa y cohesionada socialmente.
La educación como salvavidas
En el actual océano de tempestades, el barco en que navegábamos está
perdido, las cartas de navegación han quedado obsoletas, la tripulación está
dividida, debilitada e indignada, las velas del compromiso están rasgadas, el
viento laboral es huracanado, el mástil económico se resquebraja, la brújula
moral está desorientada, y los capitanes de navío saben que la educación básica
es la opción que nos permitirá comprometernos a trabajar en equipo y aprender a
reparar los desperfectos, coser las velas, saber buscar vientos favorables y
orientarnos entre las olas para dirigir la nave hacia buen puerto.
Extraído de
EL ÉXITO ESCOLAR
¿Cómo pueden contribuir las familias del alumnado?
Santiago Ramírez Fernández
Antonio García Guzmán
Christian Alexis Sánchez Núñez
Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos
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