viernes, 30 de noviembre de 2012

Participación ciudadana y democracia

Las escuelas deben hacer su aporte a la convivencia democrática, y no se trata de “enseñar democracia” como un contenido más, sino que debe practicarla en todos los niveles, como un estilo de vida en común. Además ¿Cómo ingresar en el camino de la Calidad Educativa, sin el involucramiento de todos? ¿Es lo mismo una democracia representativa que una participativa? Los siguientes párrafos, si bien están pensados para el contexto europeo, nos pueden servir para orientarnos.


La FAPEO es la federación de las asociaciones de padres establecidas dentro de los colegios públicos. Este movimiento de padres de alumnos está constituida como una asociación con fines no lucrativos desde 1966. La FAPEO es, desde el decreto “Misiones”, la única federación que representa a los padres en la enseñanza oficial y reconocida por los poderes públicos.


Entre los objetivos fundamentales de FAPEO están facilitar la participación de los padres en el sistema educativo (fomentar las relaciones familias-escuela, promover la creación de asociaciones de padres, representarlos ante los responsables de la Educación, ofrecer cualquier opinión de utilidad a dichos responsables, etc.) y garantizar la promoción de la enseñanza pública y de la defensa de los intereses de todos los alumnos que la cursan.


La FAPEO ofrece a los padres servicios de ayuda para crear asociaciones de padres, e información para su funcionamiento. Publica “Triálogo”, publicación trimestral de información general y “Flash Infor”, periódico de carácter técnico con información sobre legislación. Además, elabora análisis sobre temas de interés para los padres, realiza encuentros temáticos, dispone de un servicio jurídico y redacta documentos que presenta a los distintos responsables políticos.


La concepción de la FAPEO de la participación ciudadana de los padres en el sistema educativo y en la sociedad
En Bélgica, los padres que deseen implicarse en el sistema educativo pueden hacerlo en distintos niveles. En primer lugar, pueden entrar a formar parte de la asociación de padres del colegio de su hijo o hijos, y ser su representante presentándose a las elecciones que tienen lugar durante la asamblea general anual. La FAPEO insiste mucho en el aspecto democrático, en el hecho de que los representantes de las asociaciones de padres sean elegidos por sus semejantes. Se trata de una condición sine qua non para que la FAPEO reconozca la legitimidad de las asociaciones miembros de la federación. Cuando no haya una asociación de padres en el colegio, existe la posibilidad de crear una, algo que fomenta la FAPEO apoyando y acompañando a las personas que deseen organizarla.


Los padres disponen asimismo de la posibilidad de integrarse en un Consejo de Participación. Éstos, tras la aprobación del decreto “Misión” en 1997, han pasado a ser obligatorios en los colegios de la comunidad francesa de Bélgica, que incluye Bruselas y Valonia.


El Consejo de Participación, que se reúne al menos dos veces al año, es un lugar de encuentro de todas las personas relacionadas con el colegio donde se intercambia información, opiniones, deseos, donde se elaboran proyectos y cada uno pone su energía al servicio del centro educativo y del bienestar de todos los alumnos. Los padres tienen un lugar y algo que decir en este Consejo, junto a los demás miembros de la comunidad educativa como son el personal docente, la dirección, el personal de mantenimiento y los alumnos.


Los padres que deseen comprometerse más pueden asumir la función de delegado FAPEO en su respectivas asociaciones de padres, y pueden presentarse asimismo a las elecciones de su división regional (la FAPEO agrupa a 6 divisiones regionales: Bruselas, Brabant Wallon, Hainaut, Lieja, Luxemburgo y Namur), o incluso a las elecciones de la FAPEO como presidente.


La FAPEO insiste de forma particular en la distinción entre democracia representativa y democracia participativa. Recordamos frecuentemente a los padres de nuestras asociaciones que no son los dueños y gestores de la escuela pública. En efecto, esa tarea ha sido delegada en los miembros electos que cuentan con la legitimidad necesaria para gestionar la institución. Dicho esto, el interés particular de los padres por ese aspecto crucial de esta institución pública como es el centro educativo les permite comprobar sobre el terreno si los objetivos anunciados por el poder político se traducen en hechos.


Como es lógico, la ciudadanía expresa su opinión no sólo en el ámbito de la educación, sino también en el ámbito de la vida diaria y de la vida política. Todo ciudadano belga mayor de edad (es decir, que tenga al menos 18 años) tiene el derecho y sobre todo el deber (en Bélgica el voto es obligatorio) de votar en las elecciones municipales, regionales, provinciales (excepto en Bruselas), federales y europeas. El ciudadano belga dispone además de la posibilidad de presentarse a todas estas elecciones. Por otra parte, cabe destacar que todas estas instituciones democráticas son a su vez controladas por otros organismos fundados asimismo sobre el modelo democrático.


Una vez más, la FAPEO muestra un gran interés por el hecho de que en todos estos niveles de participación los representantes de las asociaciones de padres, en los Consejos de Participación, en las regiones y en el propio seno de la FAPEO, en lo que respecta al sistema educativo y a los distintos niveles de poder en la sociedad, sean hombres y mujeres elegidos democráticamente.


Desde que fue creada en 1966, la FAPEO ha defendido y sigue defendiendo, en todas partes y de forma constante, los valores propios de la participación ciudadana y de la democracia.


FAPEO insiste de forma particular en la distinción entre democracia representativa y democracia participativa.



Autor
Philippe Schwartzenberger
Presidente de la Federación de Asociaciones de Padres de la Escuela Oficial de Bélgica (FAPEO)
En
Padres y madres de alumnos y alumnas

martes, 20 de noviembre de 2012

La corresponsabilidad

¿Quién es responsable de los aprendizajes de los alumnos? Desde la retórica, todos aspiramos a una escuela con equidad, y sentido inclusivo, pero para ello es imprescindible la participación y la responsabilización de todos los actores. Los siguientes párrafos reflexionan al respecto.


La concepción de la FCPE sobre la participación de los padres y madres en el sistema educativo se centra en una palabra: corresponsabilidad. La corresponsabilidad es la división de las responsabilidades educativas y del acto educativo entre la familia y otros educadores potenciales. Comienza en el momento en que los padres confían el niño a terceros (escuela de educación infantil, ayudante maternal, etc.) y continúa durante varios años, en primaria y secundaria, cuando el estudiante comparte su vida entre su familia y otros espacios educativos. Durante todo este período un principio se impone: el niño está en el centro del proceso educativo.


Los padres y las madres son los primeros protagonistas de la corresponsabilidad. La gran dificultad para desarrollar la corresponsabilidad reside en la obligación constante de la búsqueda de un acuerdo y de una complementariedad entre los distintos educadores, en cumplimiento de las especificidades y papeles de cada uno. Se trata de intercambios de información e ideas entre los distintos participantes para definir objetivos educativos comunes y medios de alcanzarlos.


Para la FCPE, el sistema educativo debe entender esto, para así aceptar e integrar a los padres, a todos los padres, y realizar un esfuerzo para incluir a quienes sintiéndose excluidos de la sociedad no se atreven a participar en la escuela o no saben qué sentido dar a la escolaridad de sus hijos. El objetivo de la educación en un país es estrechar el vínculo entre la familia y la escuela y superar las barreras sociales y culturales.


Este proceso de corresponsabilidad no debe olvidar al menor como sujeto activo, que podrá comprometerse también, a través de su proyecto personal y de las responsabilidades que asumirá en el aula y en el centro educativo. En todo planteamiento educativo, la dimensión emocional no puede ignorarse, porque da sentido al acto educativo.


En Francia, los padres están representados en los distintos niveles del sistema educativo: en los consejos escolares de primaria ("école maternelle" de 3 a 6 años, "école élémentaire" de 6 a 11 años); en los consejos de centro en la secundaria ("college" de 11 a 15 años y "lycée" de 15 a 18 años); en los consejos escolares departamentales; en los consejos escolares regionales; y, a nivel nacional, en el Consejo Superior de la Educación. Los representantes de los padres ante la institución escolar son elegidos, mediante elecciones, cada año en los centros educativos.


En la primaria, el consejo escolar vota el reglamento interno, discute la organización de la semana escolar (sobre 4 ó 5 días, por ejemplo) y debate sobre todos los problemas relativos a la escuela. El consejo escolar también elabora el proyecto educativo del centro, y emite su juicio sobre el funcionamiento general de la escuela: actividades extraescolares y complementarias, apertura fuera del horario lectivo, y cuestiones de higiene, salud y seguridad, entre otras funciones. Sobre el reglamento interno y el proyecto educativo de centro el consejo escolar sólo tiene carácter consultivo. En otros asuntos, son el director, el inspector de educación o el municipio quienes deciden.


En la secundaria, los padres elegidos son miembros del consejo de administración. El consejo de administración tiene por papel elaborar y votar el presupuesto del centro, definir el proyecto educativo, aprobar el reglamento interno y cuestiones de higiene, salud y seguridad. Establece también los principios de organización del tiempo escolar, define las actividades educativas opcionales y la apertura del centro a su entorno, organiza la recepción y la información de los padres.


Durante el verano de 2006, el Ministerio de Educación nacional publicó dos reglamentos oficiales para precisar el papel de los padres de alumnos en la escuela. Esta nueva normativa refuerza el derecho de los padres a ser informados, a reunirse en los locales escolares, y reafirma el papel de las asociaciones de padres, en particular para la difusión de la información a los padres. Por fin, estos textos insisten sobre la necesidad de organizar las reuniones escolares a horas que permitan la presencia y la participación de los padres.


El FCPE representa a alrededor de 325.000 familias, e integra a 100 asociaciones departamentales y a 22.000 asociaciones de padres. Federa también padres de alumnos de la enseñanza francesa en el extranjero. Su organización es piramidal: el consejo local interviene en el centro educativo; el consejo departamental interviene ante las administraciones y otras instituciones departamentales o regionales; la federación nacional interviene ante el Ministerio de Educación nacional y otras instituciones a nivel nacional.



Entendemos la corresponsabilidad como la división de las responsabilidades educativas y del acto educativo entre la familia y otros educadores potenciales.



Autor
Faride Hamana
Presidente de la Federación de los Consejos de Padres de la Escuela Pública de Francia (FCPE)
En
Padres y madres de alumnos y alumnas


martes, 13 de noviembre de 2012

Participación y consejos escolares

El camino hacia la Calidad Educativa tiene una enorme autopista, que es el involucramiento social en los problemas Educativos, y esto se puede materializar con la participación activa de la familia. Para poder llevarlo a cabo, los Consejos Escolares deben convertirse en un instrumento de participación democrática. Los siguientes párrafos tienen vigencia para todas las comunidades de habla hispana.



Una de las tareas primordiales de padres y madres consiste en dar una atención permanente a nuestros hijos e hijas, pues somos los primeros responsables de su educación. Pero no es menos cierto que para garantizar una formación adecuada hay que dar un segundo paso, que es participar, intervenir en la gestión y control del centro educativo, a través de tareas acordes con nuestra disponibilidad y con las necesidades que haya marcado nuestra asociación de padres y madres de alumnos. Quienes no se dejan atrapar en las redes del conformismo y asumen sus derechos y deberes como padres y madres verán, con toda claridad, la necesidad imperiosa de establecer estrategias para intervenir con eficacia en el proceso educativo de sus hijas e hijos.


El consejo escolar del centro, con todas sus limitaciones, es un órgano incuestionable de participación y un instrumento de primer orden para lograr un proyecto educativo que satisfaga las expectativas de la comunidad educativa en su conjunto. Así, puede facilitar la igualdad de oportunidades, la formación de las personas para adaptarse a su medio social y cultural, así como la adquisición de hábitos y destrezas para desenvolverse adecuadamente como agentes sociales.


El consejo escolar debe funcionar democráticamente, algo enormemente difícil si no existe un claustro de profesores y profesoras que haya asumido los valores democráticos, un APA dinámica y una asociación de alumnado, o, en su caso, una Junta de Delegados y Delegadas, que vertebren y posibiliten un funcionamiento en doble dirección, es decir, tanto de abajo a arriba, como de arriba abajo. Si no se hace así, el grado de democracia educativa será pequeño, el funcionamiento será dirigista y el modelo organizativo será vertical, con una clara superioridad de quienes disponen de los resortes y mecanismos de control del poder efectivo en el centro. Un modelo de gestión democrática del consejo escolar no consiste en un funcionamiento rutinario y formalista, es decir, en la celebración de las reuniones previstas por la legislación, y pasar como quien pisa ascuas por las funciones de control y gestión encomendadas. Un consejo escolar demostrará vitalidad en la medida que los representantes de los distintos sectores tengan una vinculación estrecha con sus representados y existan mecanismos y cauces para, con agilidad y sin excesivas servidumbres burocráticas, plantear iniciativas y tomar acuerdos.


Cuando miembros de un APA, con mucho esfuerzo, logran que la Programación General Anual recoja sus sugerencias, ponen en marcha una escuela de madres y padres que satisfaga las expectativas de quienes asisten, promueven actividades complementarias, organizan una sema- na cultural, mejoran la operatividad de los consejos escolares o ayudan a hacer más fluidas las relaciones entre los diferentes sectores de la comunidad educativa y las relaciones del centro con el entorno, es lógico que se sientan satisfechos y tengan el legítimo orgullo de haber impulsado y participado en la elaboración y realización de estas actividades y de un gran proyecto: la educación.



“Un consejo escolar demostrará vitalidad en la medida que los representantes tengan una vinculación estrecha con sus representados”.



Autora
Pilar Triguero
Presidenta de la Confederación de APAs de Andalucía (CODAPA)
Extraído de
Padres y madres de alumnos y alumnas

lunes, 5 de noviembre de 2012

El conflicto como entorno para crecer de modo saludable


¿Qué es un conflicto? ¿Constituye una oportunidad de crecimiento? ¿Es algo necesariamente negativo? ¿Cómo se viven las transformaciones? ¿Qué rol juegan las pantallas?



El niño, y el adolescente, de modo más intenso y continuo, viven en el laberinto del conflicto. En la tendencia contradictoria entre el interior, que les pide salir, explorar, descubrir su identidad, probar, acariciar los riesgos; y el exterior, que establece límites, normas y obligaciones. Es interesante la observación de Jean-Pierre Warnier que considera más conveniente el término de identificación, ya que es contextual y fluctuante. Es decir, en el actual marco globalizado, todos nosotros asumimos identificaciones múltiples que movilizan elementos distintos de la lengua, la cultura, etc., en función del contexto. En cualquier caso, el crecimiento supone una molesta y complicada crisis de identidad, en la que niños y jóvenes, ejercitan la lucha diaria consigo mismos, con los demás y con el entorno, buscando descubrir y apropiarse de su personalidad. Ciertamente, la presencia de un adolescente en casa o en la escuela es muchas veces complicada, pero no se puede olvidar que ellos están creciendo en esta tensión, y que ese crecimiento tampoco les resulta ni cómodo, ni fácil.


El conflicto crece con la paradoja del aislamiento y alejamiento de la familia, y la aproximación y búsqueda de compañía en el grupo. Será este encuentro con el “exterior” lo que les enseñará las normas y pautas sociales. Al joven le interesa, sobre todo, ser “alguien en el grupo”, por el afán de integración y pertenencia.


La autoestima significa ser valioso y digno de ser amado. “Valioso” porque eres capaz de resolver algunas situaciones con éxito y por lo tanto puede estar a la altura de los demás, y “digno de ser amado” porque se trata de una persona y por lo tanto tiene derecho a ser amada de manera incondicional, es decir, sabe que está rodeada de personas a las que realmente les importa. Es un autoconcepto que desempeña un importante papel en la vida de las personas. Tener un autoconcepto y una autoestima positivos es de la mayor importancia para la vida personal, profesional y social. Favorece el sentido de la propia identidad, constituye un marco de referencia desde el que interpretar la realidad externa y las propias experiencias, influye en la imagen que se tiene de sí mismo, y, por consiguiente, en su propio rendimiento y proyección, condiciona las expectativas y la motivación y contribuye a la salud y equilibrio psíquicos.


El adolescente experimenta la autoestima especialmente desde cuatro aspectos básicos:

a) Vinculación: dejó los estrechos lazos que tenía que con la familia, con su padre y madre, auténticos referentes, para iniciar un camino de exploración de nuevas vinculaciones, especialmente con el grupo de iguales.

b) Singularidad: atributo que le satisface en la medida en que es considerado y reconocido por los demás por sus propias cualidades. Este reconocimiento le aporta respeto y aprobación.

c) Poder: como conjunto de medios y recursos para modificar sus circunstancias, lo que le afecta y rodea.

d) Modelos y pautas: verdaderos puntos de orientación y referencia para su modo de pensar, sentir y comportarse. Referencias para establecer sus valores y creencias. El asentamiento de estos cuatro aspectos generarán en el adolescente su autoestima, el concepto de sí mismo, y su valía como persona vinculada, única, con capacidad para decidir desde unos modelos y criterios claros y asertivos.



De los últimos estudios realizados por la FAD (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción) y referidos por Elena Rodríguez, cinco son los referentes más significativos.

1. La normalidad como aspiración.
2. Demuestra que eres joven.
3. Dos tiempos, dos modos de ser.
4. Integración=consumo.
5. Responder a una expectativa”.

“Ser normal” es considerado como “ser y hacer lo que todos”. Reproducir sin esfuerzo lo que se espera de ellos, les hace sentir incómodos y les molesta ser etiquetados. Los adultos los vemos distintos, innovadores o peligrosos. No quieren ser el “rarillo” del grupo, el que todos miran como algo extraño y fuera del grupo. Ser normal (entre ellos) es ser igual a los demás jóvenes, responder a las expectativas que los compañeros tienen.


Este ambiente de normalidad que tienden a imitar para sentirse uno más en el grupo, que busca el joven también comprende sus prácticas de consumo. La ropa, la música, los lugares de ocio, son “una marca” que los reconoce, integra y legitiman en el grupo. Explica Verdú , que “si en el capitalismo de producción lo importante fueron las mercancías y en el capitalismo de consumo lo importante fue lo que una voz dijera sobre ellas, en el capitalismo de ficción es el propio artículo que habla. Coca-Cola habla de jovialidad, Body Shop de conciencia ecológica...”. Y continua “el nuevo capitalismo de ficción no es por tanto como los anteriores capitalismos, un sistema sin corazón, sino por el contrario la afectividad es aquello que más le importa. El último anuncio norteamericano de Nescafé no habla en Estados Unidos de un surtido de cinco sabores sino de cinco emociones”. La intensidad en la que el adolescente vive sus relaciones en el grupo de pares depende de sus vínculos emocionales, de la trama afectiva que entreteje el grupo. El consumo del producto no satisface el propio consumo, sino la sensación de bienestar en el grupo, de reconocimiento “es uno de los nuestros”, de identificación “siente lo mismo que nosotros”.


Requena define la relación del espectador como “la interacción que surge de la puesta en relación de un espectador y de una exhibición que se le ofrece”. Esta relación pasa por tres componentes: la mirada, el cuerpo y la distancia. La mirada en la distancia respecto al cuerpo (imagen que se exhibe). El autor subraya la distancia como aquello que permite la implicación, el gusto por lo narrado. La seducción entre mirada e imagen, sujeto y objeto, obtiene en la distancia el disfrute no sólo de la narración, también de la obtención del sentido, cuando la reflexión se produce. El espectáculo televisivo ha devorado y engullido los diferentes medios expresivos y sus manifestaciones artísticas (cine, radio, cómic, pintura, teatro...). El análisis y la lectura televisiva se hacen complejas y eclécticas. Añadamos que la pequeña pantalla está colocada en los lugares más íntimos de la casa, ocupando un espacio que hasta hace pocos años era privado y doméstico. Como explicita Requena, la distancia que hay entre mirada y cuerpo ha sido abolida en sentido literal o físico (no hay dos metros entre televisor y espectador) y simbólico (los reality show ponen delante de nuestros ojos la intimidad de muchos otros).


El fenómeno de la mirada, anteriormente descrito, se torna más complejo debido a la variedad de pantallas que pueblan el entorno infantil y juvenil, así como el de la familia, generando asimismo un amplio espectro de conflictos. Cualquier representación en los medios, sea cual sea su formato, soporte o género, provoca diferentes reacciones según las miradas que atrapen la imagen. La relación entre mirada y representación, ya ubicados en el entorno familiar, es el resultado de una serie de variables que integra al espectador que mira, al espectáculo que es mirado, al contexto de recepción –que contiene el quién mira, el cómo mira y cómo interacciona lo que mira-.

Es evidente, que esta fenomenología de la mirada conduce hacia la fenomenología del conflicto, no sólo en la medida en que la representación siempre es un conflicto que se debiera resolver con mirada inteligente, sino porque la propia mirada también lo es, como lo son las relaciones intrafamiliares que provoca el espectáculo visto, en las relaciones interfamiliares. O sea, una serie que expone un determinado modelo familiar como, por ejemplo, Los Serrano, provoca un conjunto de identificaciones y proyecciones en sus diferentes roles (hijos, padre separado, compañera sentimental, hermanos...), que deriva en un pautado abierto de conductas en sus telespectadores.


Consideramos que el término “conflicto” debe despojarse de connotaciones necesariamente negativas, más cuando hablamos de comunicación en la familia. Entendemos el conflicto como oportunidad para crecer, tanto los hijos, como los padres y madres. Sin olvidar que crecer no es fácil, ni cómodo, ni para unos, ni para otros, aunque menos para los primeros. Por tanto, discrepamos de las voces agoreras que cuando hablan de los niños y jóvenes, (especialmente) les añaden adjetivos como difíciles, o conflictivos, preferimos hablar de situaciones conflictivas, en las que todos y cada uno de sus agentes forman parte como causa, pero también como solución. Padres, hijos y pantallas conforman el territorio en el que se diseñan un conjunto de relaciones que pueden permitir el desarrollo de un consumo sano y autónomo, además de responsable.


Siempre que se habla de educación, y por tanto de mediaciones, entendemos que el proceso es fundamental, como justificante de la mediación y como sentido de la misma. Crecer es un proceso lento, complejo, trabajoso, nada fácil. Los padres y madres viven con frecuencia y con angustia, la “falta de resultados” en su quehacer educativo. “Tantos años dejándome la piel, sacrificándome, dándoles consejos, procurando lo mejor para ellos, para que salgan así”, es el comentario de muchas familias. Cuando los hijos asoman a la adolescencia, esta sensación se acrecienta, entrando muchos padres y madres en un túnel, en el que sienten más la oscuridad de su interior, que la luz del “otro extremo”. Una vez más, la esencia y el sentido del proceso puede devolver la esperanza. Todo lo que los padres y madres han hecho por sus hijos, todos aquellos momentos en que han sido modelos y referentes, quedan en la experiencia del hijo como norte para vivir con sentido su propio crecimiento, nunca exento de conflicto. Ese conjunto de presencias que los hijos han vivido con y de sus padres y madres, dotarán de contenido los años de crisis y conflicto, convirtiendo la transición del niño al adulto en un viaje con horizonte final.


El adolescente siente y experimenta con fuerza, y frecuentemente con impotencia, un conjunto de cambios y transformaciones. Primero y, sobre todo, en sí mismo, simultáneamente en los que le rodean y en su entorno. Pero los padres, también viven contradicciones, entre los valores que intentan educar, y los valores que sus hijos viven y aprenden en la calle, con sus amigos, y de las pantallas. Con frecuencia esta contradicción se convierte en impotencia, y en rabia. Les asalta la sensación de que todo lo que hacen no merece la pena, y que tanto esfuerzo no sirve para nada. Vuelven al túnel, pesando más la oscuridad del presente, que la luz del pasado y del futuro. De nuevo urge recuperar el sentido del proceso y del conflicto en sus mediaciones. Proceso por el que todo lo hecho por sus hijos queda, y conflicto porque los hijos, como los adultos, evolucionan y están en constante adaptación al medio y al entorno.


Para entender el conflicto en relación con el multiconsumo de pantallas como oportunidad para crecer, explorar, conocer y reconocerse, se precisan algunas consideraciones. Primero, el análisis de la construcción social, cultural y mediática de los jóvenes, representación que condiciona de modo general la recepción de los adultos, y de los propios jóvenes en particular. Una recepción asociada al estado de la sospecha: jóvenes etiquetados como violentos, vagos y egoístas. Segundo, el olvido que con relativa frecuencia nos impide entender que crecer no es fácil, ni cómodo, ni para nosotros –adultos-, ni para los niños y, menos para los jóvenes. La percepción que ellos tienen de sí mismos no es muy positiva, se aceptan con dificultad, tienen una baja autoestima, experimentan continuos rechazos de sus compañeros.


La percepción positiva de sí mismo, dotada de la suficiente autoestima, no es un ejercicio saludable que practiquen los medios de comunicación social, en los estereotipos y representaciones juveniles con que salpican sus representaciones mediáticas. La imagen sucia que ofrecen los informativos, y la eterna juventud, triunfadora y bella, que ofrecen la publicidad ayuda bastante poco a la construcción de una imagen del propio joven sana y asertiva. Muchos problemas de autoimagen que preocupan y mucho a los niños y jóvenes guardan relación con estas “instantáneas”, que imponen los medios, de cuerpo diez y éxito fácil. La familia es un agente esencial para desarrollar mediaciones constructivas entre estos consumos y los propios niños y jóvenes.


Es evidente que ya no podemos definir el hogar como “cuarto de ver”, pues la multiplicidad de pantallas, ha convertido la casa en un conjunto de “rincones para ver”. Estos escenarios para la mirada y la interacción se despliegan entre lo que podemos denominar espacios públicos y controlados, y espacios privados. Los primeros (cuarto de estar, o lugares donde varios miembros de la familia son espectadores o jugadores –no podemos olvidar el fenómeno de la “”Wii” de Nintendo, que antes, -aunque de un modo más primitivo había conseguido Sony;con la “Play Station”, dotando al jugador-es de un mando que permite jugar a varios a la vez, incluso movilizarse alrededor de la pantalla-. Pero la “Wii” ha abierto un nuevo segmento en el mercado, proporcionando un modelo de consola, con un software apropiado a otro público. Mientras Mirosof t y Sony siguen tratando de ampliar su mercado masculino de 18 a 35 años, Nintendo ha adoptado un marketing diferente, dirigiendo sus productos a la mujer y al juego en común de padres e hijos. Los espacios privados (dormitorio, cuarto de estudio) conforman un escenario para el visionado, el juego, la conversación o navegación por Internet, de uso individualizado, ajeno al control y conocimiento de los padres, que suponen otros consumos, otras interacciones y otros conflictos y retos para la familia.







Extraído de
Consumos y mediaciones de familias y pantallas
Nuevos modelos y propuestas de convivencia
José Antonio Gabelas Barroso y Carmen Marta Lazo
Programa Pantallas Sanas
Diseñado por la Dirección General de Salud Pública del Gobierno de Aragón

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