Una de las tareas
primordiales de padres y madres consiste en dar una atención permanente a
nuestros hijos e hijas, pues somos los primeros responsables de su educación.
Pero no es menos cierto que para garantizar una formación adecuada hay que dar
un segundo paso, que es participar, intervenir en la gestión y control del
centro educativo, a través de tareas acordes con nuestra disponibilidad y con
las necesidades que haya marcado nuestra asociación de padres y madres de
alumnos. Quienes no se dejan atrapar en las redes del conformismo y asumen sus derechos
y deberes como padres y madres verán, con toda claridad, la necesidad imperiosa
de establecer estrategias para intervenir con eficacia en el proceso educativo de
sus hijas e hijos.
El consejo escolar del
centro, con todas sus limitaciones, es un órgano incuestionable de participación
y un instrumento de primer orden para lograr un proyecto educativo que
satisfaga las expectativas de la comunidad educativa en su conjunto. Así, puede
facilitar la igualdad de oportunidades, la formación de las personas para
adaptarse a su medio social y cultural, así como la adquisición de hábitos y
destrezas para desenvolverse adecuadamente como agentes sociales.
El consejo escolar debe
funcionar democráticamente, algo enormemente difícil si no existe un claustro de
profesores y profesoras que haya asumido los valores democráticos, un APA
dinámica y una asociación de alumnado, o, en su caso, una Junta de Delegados y
Delegadas, que vertebren y posibiliten un funcionamiento en doble dirección, es
decir, tanto de abajo a arriba, como de arriba abajo. Si no se hace así, el
grado de democracia educativa será pequeño, el funcionamiento será dirigista y
el modelo organizativo será vertical, con una clara superioridad de quienes
disponen de los resortes y mecanismos de control del poder efectivo en el centro.
Un modelo de gestión democrática del consejo escolar no consiste en un funcionamiento
rutinario y formalista, es decir, en la celebración de las reuniones previstas
por la legislación, y pasar como quien pisa ascuas por las funciones de control
y gestión encomendadas. Un consejo escolar demostrará vitalidad en la medida
que los representantes de los distintos sectores tengan una vinculación estrecha
con sus representados y existan mecanismos y cauces para, con agilidad y sin excesivas
servidumbres burocráticas, plantear iniciativas y tomar acuerdos.
Cuando miembros de un
APA, con mucho esfuerzo, logran que la Programación General Anual
recoja sus sugerencias, ponen en marcha una escuela de madres y padres que satisfaga
las expectativas de quienes asisten, promueven actividades complementarias, organizan
una sema- na cultural, mejoran la operatividad de los consejos escolares o ayudan
a hacer más fluidas las relaciones entre los diferentes sectores de la comunidad
educativa y las relaciones del centro con el entorno, es lógico que se sientan satisfechos
y tengan el legítimo orgullo de haber impulsado y participado en la elaboración
y realización de estas actividades y de un gran proyecto: la educación.
“Un consejo escolar demostrará vitalidad en
la medida que los representantes tengan una vinculación estrecha con sus
representados”.
Autora
Pilar TrigueroPresidenta de la Confederación de APAs de Andalucía (CODAPA)
Extraído de
Padres y madres de alumnos y alumnas
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