La participación es, sin lugar a dudas, el factor
fundamental de un sistema democrático y el que puede garantizar la calidad de
nuestro sistema educativo. El grado de desarrollo de la participación en los
centros educativos nos puede servir para medir su salud democrática. Pero,
¿cuál es el estado de salud de nuestras escuelas? ¿El desarrollo actual de la
participación es garantía de la calidad de la enseñanza? La respuesta a estos
interrogantes la obtendremos haciendo un pequeño análisis de su funcionamiento.
A través de esta revisión, cada lector puede ampliar aquellos aspectos que
configuren su realidad concreta y que ayuden a entender el estado de la salud
democrática de las escuelas.
Los consejos
escolares como órganos testimoniales y burocráticos
El Consejo Escolar, espacio que por sus características
tendría que ser el lugar donde convergiera la participación de todos los
sectores de la comunidad escolar, en un plano de igualdad, sigue siendo más un
deseo que una realidad. El sentir mayoritario de padres y madres, no deja lugar
a dudas: “los consejos escolares no sirven, son una pérdida de tiempo”. Es una
realidad que casi en la práctica totalidad de los consejos escolares no se
tiene capacidad de decidir, y las propuestas que se hacen o no son tenidas en
cuenta o sirven de enfrentamiento entre padres y profesores.
Un órgano donde la comunidad educativa no debate, ni
discute, ni profundiza en ningún tema que vaya más allá de lo prescriptivo, no
puede ser considerado como espacio de participación. En consecuencia, los
consejos escolares están aún muy lejos de constituir espacios de relación, encuentro
y participación de la comunidad escolar, tal y como aparece en la legislación.
Las reuniones de
aula, para que el tutor hable y los padres callen
Las reuniones de aula, que deberían ser espacios de
información, debate y contraste sobre los procesos educativos, se han
convertido en la mayoría de los casos en simples auditorios, donde el tutor
habla y los padres y madres callan. Reuniones que en un alto porcentaje
responden a unos rituales prescriptitos, en las que el tutor trasmite una
información bastante superficial del lo que piensa hacer o está haciendo. Es
desolador asistir curso tras curso a estas reuniones, cuyos esquemas se van
repitiendo año tras año y donde el papel de los padres sigue perviviendo con la
misma pasividad y lejanía. Tan es así, que de una asistencia casi masiva de los
padres en los primeros niveles educativos se va pasando a una asistencia casi
testimonial en los últimos cursos de la enseñanza obligatoria. La participación
de los padres y madres en el proceso educativo de sus hijos no es muy directa y
continua, como sería deseable. Los progenitores suelen ser más participativos
en Educación Primaria, una participación que va reduciéndose gradualmente a
medida que el alumno empieza a adquirir cierta independencia, y en Secundaria los
padres y madres van dejando de asistir a los centros educativos. Estos espacios
deberían ser democráticos, lugares de encuentro y debate entre el centro
educativo y los padres. Para salir de esta situación, es urgente, como dice
Chomsky, convertir estos espacios en un elemento de la comunidad con
preocupaciones compartidas, en la que uno espera poder participar
constructivamente.
Concepciones
obsoletas de equipos directivos y profesorado
Son numerosos los obstáculos que encuentran muchas APAs, por
parte de algunos directivos y una parte del profesorado, para disponer de un
espacio en el centro o para el desarrollo de las actividades extraescolares.
Casos en los que se le ha negado, dificultado e incluso prohibido repartir
información dirigida a padres, numerosas las argucias de directores para
aceptar el nombramiento del represente del APA en el consejo. Y un largo
etcétera que nos pone en evidencia la existencia de actitudes, que demuestran
las reticencias y recelos de una parte del profesorado hacia la participación
de los padres en el centro educativo. Con estas actitudes no solamente se le
hace un flaco favor a la participación, sino que se pone de manifiesto
concepciones más de tiempos dictatoriales que democráticos.
La dificultad de
implicar a los padres en la participación
Por otra parte, nos encontramos unas APAs con grandes
dificultades para interesar al conjunto de los padres y madres en la participación. Los
numerosos problemas para encontrar padres dispuestos a implicarse en las juntas
directivas, para colaborar en comisiones de trabajo y en otras actividades son
indicadores claros de una situación bastante generalizada. El desinterés que
existe por la participación es tal, que ni tan siquiera se cuestiona. Estas
situaciones nos avisan que el problema es mucho más profundo de lo que a
primera vista pueda parecer.
La experiencia de reuniones de juntas directivas, de
asambleas de APAs, de reuniones de aula, de consejos escolares, entre otras
actividades, nos hacen conscientes de la situación real de la participación y
de la lejanía existente entre la normativa que la desarrolla y las prácticas
del día a día. Esta situación, en la que la participación es más formal que
real, es vivida diariamente por cientos de padres y madres que se sienten impotentes,
pero al mismo tiempo esperanzados en transformar en posibilidades reales y eficaces
el derecho a la participación de todos, como un instrumento necesario para la
consecución de una escuela democrática.
Autor
Ginés Martínez Cerón
Vicepresidente de CEAPA
Revista ceapa
Número 78.
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