El papel de la familia no puede suplantarlo ninguna
institución, no obstante, el sistema educativo formal cumple un papel relevante
en la educación del niño y del adolescente. Posee una capacidad transformadora
en relación a creencias, valores, expectativas, pautas de conducta, etc. “Los centros de enseñanza no quedan exentos
de obligaciones. Muy al contrario, tendrán que ser los lugares donde la
esperanza, el altruismo, la confianza en los semejantes, las relaciones
interpersonales, se construyan bajo estilos de convivencia destinados a la
totalidad del género humano” (Rodríguez Neira). Especificamos algunas
demandas de la familia a la escuela a fin de caminar en paralelo, dado que
persiguen un objetivo común: la formación integral de la persona.
1. Preparación de calidad. Las exigencias actuales de la
sociedad para los jóvenes son la formación, alto nivel de estudios y
competitividad. Los padres están preocupados por los resultados académicos de
sus hijos. Demandan que sus hijos, entre otros aspectos, aprendan a identificar
y resolver problemas, a desarrollar hábitos de trabajo intelectual y fomentar
capacidades como la observación y la clasificación.
2. Proporcionar referentes para interpretar la realidad,
tener ideas claras ante la
vida. Una escuela útil para la vida. Formar
ciudadanos con capacidades como el dominio de la lengua, la comprensión de los
fundamentos de las ciencias y las nuevas tecnologías, el pensamiento crítico,
la capacidad de adaptarse a situaciones nuevas, la capacidad de comunicarse, el
comprender al menos una lengua extranjera. Todas estas funciones deben llevarse
a cabo en colaboración con las familias y la comunidad local; es una tarea “a
lo largo de la vida”.
3. La familia exige a la escuela una formación en valores.
La escuela no queda excluida de este proceso ya que, además de ofrecer modelos
con los que los alumnos se identifiquen, es capaz de crear las condiciones
experienciales para que los valores se trabajen y se internalicen. Los valores
se trasmiten, es más, se internalizan. La escuela es el lugar de aprendizaje de
formas de convivencia que no cabe aprender en la familia, es el caso de la
convivencia civil. Es el primer lugar de aproximación a la diversidad existente
en la sociedad; es la primera experiencia con la autoridad impersonal. Los
padres piden a la escuela que aproveche las ocasiones para fomentar la
disciplina, el diálogo, la convivencia y la tolerancia; en síntesis,
comprometerse con una educación para la democracia.
4. Demandan la utilización de medios tecnológicos y procurar
que su empleo sea racional. Deben procurar una “actitud crítica” en los
adolescentes de modo que aprendan a seleccionar y jerarquizar las múltiples
informaciones que transmiten.
5. Atención a las diferencias individuales, el desarrollo de
todas sus potencialidades en la medida de lo posible. La diversidad es un
concepto cultural en su más amplio sentido; además de las diferencias
cognitivas, existen diferencias culturales e individuales, que deben
considerarse en el diseño y planificación del proceso enseñanza aprendizaje.
6. Garantizar la seguridad, protección, y el clima educativo
del centro.
Propiciar en los centros contextos educativos seguros y
satisfactorios para las personas que conviven. La escuela no es una institución
dedicada al control, sino al crecimiento y al desarrollo de sus miembros. Para
ello, es necesario generar un clima institucional y grupal que no pase por la
represión sino por la armonización de sus funciones y de sus miembros. La
familia demanda a la escuela que vele por la seguridad de sus hijos y los
proteja frente a cualquier desviación: indisciplina, drogas, violencia, etc.
7. Conexión de la escuela con el mundo laboral. La escuela
debería potenciar una serie de valores, cualidades y habilidades necesarias
para el desenvolvimiento en el mundo social y laboral (capacidad de iniciativa,
creatividad, adaptabilidad), así como una serie de cualidades personales
(autodisciplina, perseverancia, flexibilidad, trabajo en equipo,
responsabilidad).
Participación de los
padres en la educación escolar: tema encauzado, pero no resuelto
La importancia de la educación para una sociedad es tal que
debe suponer un compromiso de todas las personas e instituciones en la tarea
educativa y de aprendizaje. Tiene pleno sentido plantearse la participación de
la familia en la educación escolar por cuanto no son sistemas independientes
que actúen por separado, sino sistemas interdependientes cuyos resultados no
son explicables de forma aislada. Dicha participación puede considerarse como
derecho democrático y como garantía de calidad educativa escolar (Vázquez,
Sarramona y Vera). En el caso español, han sido las sucesivas leyes orgánicas
las que desarrollaron tal participación de los diferentes sectores de la
comunidad educativa, y por tanto, de los padres y madres.
La historia de las relaciones familia-centro no ha estado exenta
de confrontaciones y de distanciamientos, más que de oportunidades de
colaboración. En términos generales, el clima de participación dentro de la
institución escolar ha aumentado considerablemente en España en los últimos
años. Si bien las Asociaciones y los Consejos Escolares son los mecanismos
institucionales de comunicación y participación, las iniciativas singulares de
relación directa o indirecta entre familias y centro adquieren especial
relevancia (actividades, reuniones, entrevistas, correspondencia escrita, ...)
ya que tienen la virtualidad de centrarse en el proceso formativo del alumnado.
Las familias, por tanto, podrán participar en la
planificación general del sistema educativo (Vázquez, Sarramona y Vera), sea a
través del diálogo directo con la Administración, sea a través de los
organismos de participación creados a tal efecto, los Consejos Escolares.
Respecto a la organización general del sistema los padres tienen derecho a
participar en aspectos que tienen incidencia en la vida social y familiar: el
horario y el calendario escolar, criterios de adscripción a centros públicos y
concertados, sistema de financiación, etc. Por otro lado, si nos adentramos en
el nivel “meso” y “micro” del sistema educativo, esto es el centro escolar y el
aula, las asociaciones de padres/madres, han de poder participar de manera
institucional en todo cuanto se refiera a la actividad profesional de los
docentes y especialistas en educación.
Vázquez, Sarramona y Vera aluden a lo acontecido en cuanto a
la presencia de los padres en los Consejos Escolares de Centros (convocatoria
de elecciones de representantes que se realizan cada dos años) en el curso
2002-03. Un análisis de los niveles de participación en estas
elecciones proporciona información sobre el escaso nivel de compromiso que
asumen los padres. La participación es más elevada en centros donde los padres
perciben la utilidad de estos Consejos Escolares y constatan que tienen un rol
que asumir en el centro. De igual modo, de los porcentajes de pertenencia de
los padres a las Asociaciones de centro en el conjunto de España se desprenden
los siguientes aspectos: si se comparan los datos en una visión evolutiva se
observa un incremento de inscripciones, pero un descenso en el nivel de participación
efectiva; también, se observa mayor grado de pertenencia a las asociaciones en
los centros privados; mayor porcentaje de participación en actividades que
organizan las Asociaciones en padres/madres de las escuelas públicas,
especialmente, en la etapa de primaria; mayor participación en los centros
pequeños que en los de mayor tamaño; etc. En definitiva, la participación real
de los padres y madres en la vida de los centros es minoritaria y viene
asumida, generalmente, por pequeños grupos. Aunque teóricamente se dice querer
participar mucho, se muestra de hecho menor grado de participación en aspectos
relacionados con las familias (actividades, colaboración, etc) y con el
profesorado (formación, grupos de trabajo,...). Los resultados de este estudio,
en su conjunto, no difieren sustancialmente de otros.
La vía de comunicación más habitual entre la familia y el
contexto escolar es la reunión con el tutor (81%),
seguido de las cartas, reuniones de padres del grupo clase y reuniones
convocadas por la AMPA (66%, 55% y 54%, respectivamente), descendiendo
considerablemente, la conversación telefónica (16%).
Estando muy claro el derecho de los padres a la
participación, no lo está tanto en la asunción operativa en la vida de los centros
escolares. Queda un largo trecho por recorrer en materia de participación de la
comunidad educativa en su conjunto.
Extraído de
Familia, Escuela y Sociedad
Susana Torío López
Universidad de Oviedo
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